El 31 de diciembre de 2024, unos seis millones de personas en España asistían en televisión el tradicional programa «Las campanadas», un momento para despedir el año viejo y recibir el año nuevo con 12 campanadas. Ahí también se tiene la tradición de las 12 uvas, algo que nació en el siglo XIX cuando los viticultores de la región de Alicante y Murcia tuvieron una producción excedente de uvas y, para darles salida, idearon la costumbre de comer 12 uvas como símbolo para dar inicio al nuevo año de la mejor manera, costumbre que ha trascendido tiempos y fronteras. ¿Pero, qué más pasó? Que en uno de los momentos del programa se dio una burla al Sagrado Corazón de Jesús.
El 26 de julio de 2024, 23 millones de personas sintonizaron la televisión para ver la inauguración de los Juegos Olímpicos de París y, en un momento concreto de la ceremonia, hicieron una parodia de «La Última Cena» de Jesús ofendiendo el sentimiento religioso de los cristianos. ¿Por qué se dan estos hechos en momentos clave y ante millones de espectadores? ¿Cómo debemos responder? El P. Juan Antonio Ruiz, L.C. nos da unas pistas de acción.
P. Juan Antonio, ante las ofensas, ¿cuál sería una reacción cristiana?
Hay muchas formas en las que se puede reaccionar. Hay sensibilidades para todo y cada uno tiene su modo de responder. Primero están las personas que piensan que tienen que salir a la defensa a toda costa y piensan en esa idea de los cruzados que tienen que sacar la espada e ir a defender la tierra santa, por ponerlo de alguna manera; y luego están los que prefieren no meterse en problemas y dicen “ellos sabrán…”.
Mi experiencia, lo que me ha ayudado mucho es lo siguiente: hay cosas que son de instituciones (gobierno, organismos) y que son muy difíciles de poder cambiar. Lo que pasó ese día en España es algo muy evidente; en este sentido forma parte de una cierta cultura. Y otra cuestión es cuando una persona te lo dice a ti en una conversación. Y yo creo que ahí es más fácil. ¿Lo que yo haría?: la verdad en la caridad, en el amor.
Todas las personas, incluso las que nos atacan, son personas, son hijos de Dios. Son personas por las cuales Cristo murió en la cruz, a las que también les ofrece su corazón. ¡Sí, también a ellos! Entonces yo, como sacerdote y creo que también todo bautizado, en ese sentido no podemos actuar distintamente a Cristo. Hay que decir la verdad, hay que exponerlo, pero jamás desde el odio, jamás desde la ridiculización. No creo que eso sea cristiano sino todo lo contrario.
De hecho, hablando desde el ámbito meramente humano, estaríamos cayendo en su mismo juego, de utilizar las mismas argucias, las mismas armas que ellos están utilizando. Los primeros cristianos siempre respondieron con amor. Siempre respondieron con el ejemplo y con la coherencia de vida. Así lo intento hacer yo. No es varita ni fórmula mágica porque cada persona reacciona de manera distinta, como lo comentaba al inicio; pero lo que yo creo que haría Cristo es decir la verdad siempre desde el amor.
Cristo, reaccionó de un modo ante las burlas que sufrió de la multitud, incluso en la cruz cuando ya estaba agonizando. ¿Cómo explica Ud. esa reacción de Cristo?
«Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen», eso lo resume perfectamente. Muchos citan a Cristo sacando a latigazos a los del templo, pero yo creo que ahí es distinto porque ahí es un celo por respetar lo más sagrado que Él tiene que es la casa de oración, y es el único pasaje en todos los Evangelios que habla de eso, porque ese celo santo es bueno en cierta manera.
Cuando yo veo una injusticia no puedo quedarme indiferente. Me entra ese resquemor de decir «tengo que hacer algo». Así lo aplico yo. Cuando yo veo un ataque a mi fe me entra esa indignación, tengo que hacer algo, pero tengo que hacer algo como lo hizo Cristo. A fin de cuentas, Cristo dio su vida también por ellos. Sí, ante las injusticias supo ser muy claro y curiosamente fue muy claro contra los sacerdotes de la época porque ellos eran quienes debían de haberse manifestado de la misma manera y vio que no lo hacían. Con esto no quiero decir que hoy no haya sacerdotes que no lo hagan porque sí los hay.
Entonces me da la impresión de que los que quieren usar el látigo van por ahí en eso del enojo de Cristo. Es muy fácil citar los Evangelios a nuestra conveniencia. Aquí hay que ver más bien la constante de Cristo en sus Evangelios y esa constante es muy clara: decir la verdad siempre desde el amor.
¿Por qué cree que se dan estas muestras de burla en momentos donde millones de personas están viendo un espectáculo?
Ciertamente no sé qué lleven en su corazón las personas que se burlan y saben que hay mucha gente viéndolos cuando están haciendo eso. Para mí lo que sí está muy claro es que quieren hacer el mayor daño posible. Yo no digo que no intento amarlos, orar por ellos, pero tampoco soy ingenuo. Está claro que quieren dañar la fe, que quieren ridiculizar.
Ya no vivimos en una cultura cristiana desde hace muchos años. Nuestra cultura es poscristiana. La opinión de la Iglesia no solo es la que no quieren escuchar, sino la que quieren escuchar cada vez menos. Está claro que estamos en esa dirección y no es victimismo, creo que es una realidad muy clara. Tanto ese ejemplo de España, como el ejemplo de esa parte de la apertura de los Juegos Olímpicos van en esa dirección. Muchos dicen «no pasa nada». ¡Claro que sí pasa! Porque se burlan de nuestra fe y tenemos que decirlo: ¡está mal!
Ahora bien, de eso a ridiculizar el físico de las personas, atacarlos, yo creo que es una línea que nosotros como cristianos no debemos cruzar. A mí me queda muy claro que quieren dañar mucho. Estas personas ponen el anzuelo delante y desafortunadamente muchos lo mordemos y caemos en el juego de un ir y venir de polémicas que a la larga no tienen sentido.
Es mejor decir la verdad y hay personas que tienen que hacerlo. Si hay un tema legal de por medio tiene que hacerlo porque también no es correcto que siempre utilicen estos momentos para buscar hacer daño a la fe. Al mismo tiempo, yo le pido a Dios que ayude a estas personas un poquito para que no tengan esa acritud en el corazón y que puedan descubrir lo que significa tener a Dios en sus vidas.
El cristiano podría caer en la tristeza o desesperación diciendo «todo el rato me están atacando». ¿Cómo puede el cristiano superar esto?
Lo primero es que los cambios de cultura se hacen de corazón a corazón. Y yo me convenzo de esto cada vez más. Podríamos entrar en una serie de debates masivos, pero lo que realmente va a funcionar es que el cristiano está llamado a ser levadura en el mundo y eso así ha sido siempre desde el inicio. Hay que ser levadura con nuestra gente, en nuestro entorno.
Primero siendo coherentes, tratando de vivir nuestra vida lo mejor posible, viviendo nuestra fe de una manera natural y con alegría. Tratar de mostrar siempre que soy feliz porque tengo a Cristo en medio de un mundo muy gris en muchos aspectos. Esta felicidad y vivencia de la fe ayuda mucho porque las personas cuando atacan, normalmente es porque ellos traen algo en el corazón y en la conciencia.
Y en los momentos difíciles, no siempre, pero suele suceder, suelen buscar a las personas que tienen a Dios y te dicen «pide por mí» o te preguntan «¿qué harías tú?» y si nosotros hemos tendido puentes con esas personas, pues podemos ayudar. Entonces, no nos extrañemos de tener estas vivencias, al contrario, es la época que nos tocó vivir, es la época que Cristo nos confió, seamos levadura de amor y de paz.
Si en algún momento hay que ser firmes, lo haremos, pero siempre desde el amor. Entonces: vivencia, coherencia, alegría y tener a Cristo a nuestro lado. La gente ataca porque tiene heridas. Me ha tocado hablar con personas, con ateos que lo primero que hacen es atacar. Pero cuando empiezas a dialogar con ellos te das cuenta de que no están atacando al cristianismo, sino que están atacando una idea que tienen de Cristo, una idea que tienen de Dios y que la gran mayoría de las veces es errónea o simplemente malentendida.
Si tú eres testigo y vas acompañando lo que sucede tarde temprano esas cortinas caen y poco a poco se puede entablar ese diálogo y, repito, de corazón a corazón.
Al P. Juan Antonio Ruiz, L.C. lo puedes seguir en Instagram, aquí.