Regnum Christi Internacional

El rostro de Cristo entre llagas y esperanza: una misión en Etiopía del P. Ignacio Sarre, L.C.

Lo que vivió el P. Ignacio Sarre, L.C. en Etiopía nos confronta con preguntas que resuenan en nuestra vida cotidiana. ¿Cómo estamos respondiendo al llamado de cercanía con los más necesitados? ¿Nos atrevemos a dejar el confort para entrar en el sufrimiento ajeno y aprender de él?
Cristo entre llagas: una misión del P. Ignacio Sarre, L.C. en Etiopía

El P. Ignacio Sarre, L.C., vivió en Addis Abeba, Etiopía, una misión que lo llevó al encuentro directo con los más vulnerables junto a las Misioneras de la Caridad. En una ciudad donde algunos barrios exhiben una iluminación que recuerda a Manhattan mientras otros reflejan una pobreza extrema, experimentó con mayor hondura cómo la vocación sacerdotal se vive en el cuidado de los enfermos y en el servicio silencioso de cada día. Su experiencia revela desafíos reales: el idioma, la precariedad y las limitaciones materiales, pero también la riqueza espiritual de reconocer el rostro de Cristo en el sufrimiento. Todo ello en un país de tradición cristiana milenaria, donde los católicos representan menos del 1 % (según GCatholic y Catholics & Cultures).¿A qué nos interpela esta experiencia? ¿Cómo podemos responder también nosotros a ese llamado al servicio?

La chispa que encendió la misión

El P. Ignacio es un sacerdote legionario de Cristo que hasta hace poco pasaba sus días como formador de seminaristas en Roma. Y comenta que llevaba tiempo sintiendo el deseo de «una experiencia sacerdotal más intensa y directa con los que más sufren de la pobreza extrema, de los enfermos y marginados». Fue la Providencia, a través de un amigo, la que posibilitó la invitación y coincidió con un periodo donde podía hacerlo. Su vinculación previa como capellán durante doce años de una comunidad de las Misioneras de la Caridad en Roma le permitió comprender la dimensión de entrega que requería.

Al llegar a la ciudad Addis Abeba, en Etiopía, lo que más le sorprendió fue el contraste entre la pobreza — en ocasiones extrema — y, al mismo tiempo, zonas de la ciudad que parecían de nivel muy elevado, con iluminaciones que evocaba Manhattan, en Nueva York. Es el contraste del abismo que existe entre riqueza y miseria, que le recordó que «la misión no es solo cruzar fronteras sino adentrarse en las grietas de la humanidad».

Cristo entre llagas: una misión del P. Ignacio Sarre, L.C. en Etiopía
«La misión no es solo cruzar fronteras sino adentrarse en las grietas de la humanidad». (Crédito de la imagen: P. Ignacio Sarre, L.C.)

Luego de unos días, tomó conciencia de que el servicio que podía prestar no sería únicamente de predicar debido a que muy pocas personas hablan inglés y el amárico es un idioma complejo — sino de presencia: gestos, acompañamiento, testimonio silencioso. El P. Ignacio lo resume así: «la evangelización que puedes hacer es la del servicio, los gestos de amor y el testimonio».

En la misión, las Hermanas de la Caridad y los voluntarios llevaban adelante la atención de unas 400 personas que vivían en la comunidad. Entre los retos más comunes: medicinas escasas, alimentación sencilla, retos logísticos permanentes. Y esa precariedad material se convirtió para el P. Ignacio en una escuela de fe.

Cultura, fe y tradición cristiana en Etiopía

Etiopía es un país con una tradición cristiana muy antigua — fue, de hecho, la segunda nación después de Armenia en ser «oficialmente cristiana» en el siglo IV —. Aproximadamente el 70 % de la población es cristiana (es mayoría ortodoxa), aunque los católicos representan una fracción muy pequeña. La población católica en el país ronda los 893.000 fieles, es decir aproximadamente el 0. % del total, una señal de que la Iglesia católica es minúscula en ese contexto.

El P. Ignacio Sarre, L.C. constata que la figura del sacerdote (o abbá) es muy apreciada y respetada en la cultura etíope, lo que facilitó su acogida. Entre las diferencias culturales que le llamaron la atención al llegar, fue la experiencia a la hora de comer — compartiendo todos del mismo plato y sin cubiertos, usando la injera (una especie de tortilla grande) que se emplea para tomar los alimentos —, pero también la religiosidad popular y la hospitalidad extrema que brota de la vulnerabilidad. Aun así, él señala que acogerse a esa realidad distinta sin perder la identidad cristiana requiere humildad, escucha, aprendizaje y apertura.

En contextos donde los recursos son limitados, como en Etiopía, compartir lo poco que se tiene se convierte en un acto casi sagrado. Quien vive con carencias aprende a valorar cualquier gesto de cercanía y por eso abre su casa — o el espacio que tenga — con una generosidad que sorprende a quien viene de fuera. La vulnerabilidad crea una conciencia más viva de la necesidad del otro; por ello, ofrecer comida, asiento, o incluso simplemente tiempo, no nace del sobrante, sino de la comprensión de que todos dependen mutuamente para sobrevivir.

Cristo entre llagas: una misión del P. Ignacio Sarre, L.C. en Etiopía
Muchos de los enfermos viven con serenidad a pesar del dolor, de las enfermedades terminales, de las heridas graves. (Crédito de la imagen: P. Ignacio Sarre, L.C.)

Este entorno le ofreció una experiencia de fe poco habitual ya que constató cómo la liturgia, la oración, la Eucaristía se vivían con mucha fe en medio de la pobreza y del sufrimiento. Él afirma que, paradójicamente, esa pobreza que vio y que pudo experimentar le ayudó a vivir la fe de un modo más desprendido: «los contextos del bienestar al que nos acostumbramos nos pueden anestesiar más fácilmente», dice.

El rostro de Cristo en el sufrimiento

El núcleo de su experiencia misionera estuvo junto a los enfermos. El P. Ignacio relata que muchos de ellos viven con serenidad a pesar del dolor, de las enfermedades terminales, de las heridas graves. Recuerda a dos enfermos, Desta y Ababa — afectados por cáncer — quienes, mientras se les curaban sus llagas y heridas, se mantenían fuertes y serenos. En ellos pudo ver ese rostro de Cristo «que sufre, que espera y que no se resigna».

El padre explica que el dar de comer al hambriento y dar de beber al sediento, experiencias que parecen sencillas, se transforman en actos radicales de amor si van acompañadas del reconocimiento de la dignidad humana. «De lo que más hay hambre y sed es de amor», afirma. Para él, ese amor se expresaba en una mirada, en imponer las manos para bendecir, en el hecho de acompañar. Y el servicio material (alimentar, curar) debía ir, según él, de la mano del servicio espiritual.

La obra de las Misioneras de la Caridad en Addis Abeba le mostró un rostro misionero que no busca gloria sino darse silenciosamente al otro, recordando la enseñanza de Madre Teresa de Calcuta: la unión con Dios es el único modo de que el servicio tenga sentido.

Cristo entre llagas: una misión del P. Ignacio Sarre, L.C. en Etiopía
El espíritu misionero atraviesa fronteras, confesiones y culturas. (Crédito de la imagen: P. Ignacio Sarre, L.C.)

Para el P. Ignacio, estar en medio del sufrimiento le enseñó que la fe no es un lujo para momentos cómodos sino un motor para la ceremonia de la entrega: lo que él vivió no fue sólo llevar luz, sino dejarse moldear por la oscuridad que produce constatar el dolor de los demás.

Cuando la misión habla distintos acentos

Durante la misión convivió con voluntarios de España, Italia, Hong Kong, provenientes de realidades eclesiales heterogéneas (Regnum Christi, neocatecumenales, vida parroquial). Lo que experimentó fue una convivencia serena, rica en aprendizaje mutuo. Una mujer de Hong Kong, que era cristiana protestante, lo impactó por su amor a la Escritura y su servicio incansable a los pobres.

Esa convivencia diversa le permitió ver que el espíritu misionero atraviesa fronteras, confesiones y culturas. No se trata sólo de quienes «vamos a ayudar», sino también de quienes nos vamos transformando en el proceso. El padre afirma sin miedo a equivocarse: «Es uno mismo el que regresa más bendecido y transformado».

Esta experiencia lo lleva a reflexionar sobre lo que significa embarcarse en una misión si uno «no se siente preparado». Su consejo es muy sencillo: no dudar y lanzarse; la disposición del corazón para darse es lo que cuenta.

Cristo entre llagas: una misión del P. Ignacio Sarre, L.C. en Etiopía
Una experiencia de servicio también puede convertirse en un proyecto de transformación. La ONG que lleva agua potable y que empezó con un voluntariado. (Crédito de la imagen: P. Ignacio Sarre, L.C.)

Y extiende esa invitación a quienes, desde su ciudad y rutina habitual, quieren vivir ese espíritu misionero: se puede colaborar con iniciativas, apoyar, participar, abrirse al encuentro. No todos estamos llamados a fundar una ONG — aunque conoce a uno que lo hizo en Etiopía — pero todos podemos dar algún paso.

Entre las historias que conoció durante su estancia, al P. Ignacio le impresionó especialmente la trayectoria de Paco Moreno, un español que llegó a Etiopía como voluntario hace más de veinte años y que, con el tiempo, fundó una ONG capaz de llevar agua potable a más de cien aldeas. Saber que una simple experiencia de servicio podía convertirse en un proyecto de transformación tan profundo le confirmó que la misión no siempre termina cuando acaba el viaje: a veces continúa en quienes deciden convertir la compasión en obras duraderas.

¿Y nosotros qué hacemos?

Lo que vivió el P. Ignacio en Etiopía nos confronta con preguntas que resuenan en nuestra vida cotidiana. ¿Cómo estamos respondiendo al llamado de cercanía con los más necesitados? ¿Nos atrevemos a dejar el confort para entrar en el sufrimiento ajeno y aprender de él?

En un mundo donde la desigualdad se muestra también con luces de ciudad y rincones de oscuridad, la misión de los pobres — la presencia entre ellos — se vuelve una proclamación silenciosa del Evangelio. Ver al otro como hermano y servirse de la oración, la Eucaristía, la adoración, no como opción de lujo sino como fuerza para la acción.

Cristo entre llagas: una misión del P. Ignacio Sarre, L.C. en Etiopía
¿Cómo estamos respondiendo al llamado de cercanía con los más necesitados? ¿Nos atrevemos a dejar el confort para entrar en el sufrimiento ajeno y aprender de él? (Crédito de la imagen: P. Ignacio Sarre, L.C.)

Para quienes sienten alguna inquietud misionera: ¿qué paso concreto se puede dar hoy? Puede ser una colaboración, un voluntariado local, una visita a quien sufre, un compromiso estructurado. El camino no es siempre ir lejos: muchas veces se empieza al lado.

Y en ese camino, los ecos de una ciudad como Addis Abeba — con su pobreza abrumadora, su luz eléctrica, su cultura rica, su tradición cristiana milenaria — nos recuerdan que la misión no es un proyecto lejano sino una opción de vida aquí y ahora.

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