La cuarta Encíclica del Papa Francisco titulada «Dilexit nos» (nos amó), aborda la tradición y la relevancia contemporánea del pensamiento sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesucristo. Nos invita a renovar nuestra devoción para no perder de vista la ternura de la fe, la alegría de servir y el entusiasmo por la misión, ya que el Corazón de Jesús nos inspira a amar y nos envía a los demás. Desde sus orígenes, el Regnum Christi ha vivido la devoción al Sagrado Corazón de Jesús como pilar de la espiritualidad y carisma.
«Dilexit nos», que se puede leer aquí, consta de cinco capítulos:
- La importancia del corazón
- Gestos y palabras de amor
- Este es el corazón que tanto amó
- Amor que da de beber
- Amor por amor
El Santo Padre había anunciado la preparación de la encíclica, el 5 de junio de 2024, en su catequesis, explicando por qué la consideraba importante.
«El 27 de diciembre del año pasado se celebró el 350° aniversario de la primera manifestación del Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita María Alacoque. Dicha ocasión marcó el inicio de un periodo de celebraciones que concluirá el 27 de junio del próximo año. Por eso me complace preparar un documento que recoja las valiosas reflexiones de los textos magisteriales anteriores y de una larga historia que se remonta a las Sagradas Escrituras, para volver a proponer hoy, a toda la Iglesia, este culto lleno de belleza espiritual. Creo que nos hará muy bien meditar sobre diversos aspectos del amor del Señor que pueden iluminar el camino de la renovación eclesial; y que también digan algo significativo a un mundo que parece haber perdido el corazón» (5 de junio de 2024).
El Vatican News ofrece una presentación de la Encíclica donde el Papa Francisco invita a profundizar en el amor de Cristo representado en su santo Corazón, recordándonos que en él podemos encontrar todo el Evangelio y aprender a amar. Al encontrar el amor de Cristo, somos capaces de tejer lazos fraternos, reconocer la dignidad de cada ser humano y cuidar nuestra casa común, como se menciona en sus encíclicas sociales Laudato si’ y Fratelli tutti. Francisco pide al Señor que tenga compasión de nuestra tierra herida y derrame su luz y amor, para que el mundo recupere lo más importante: el corazón. Este mensaje se enmarca en la celebración de los 350 años de la primera manifestación del Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita María Alacoque.
El primer capítulo del documento, titulado «La importancia del corazón», explica la necesidad de volver al corazón en un mundo tentado por el consumismo y el materialismo. La Biblia describe el corazón como el núcleo detrás de todas las apariencias, donde realmente somos nosotros mismos. El Papa señala que la devaluación del corazón proviene de diversas corrientes filosóficas que han priorizado la razón, la voluntad y la libertad sobre el amor. Francisco subraya que el corazón es lo que nos distingue y nos pone en comunión con los demás, uniendo los fragmentos del individualismo. La espiritualidad de santos como Ignacio de Loyola y John Henry Newman nos enseña que el Corazón de Jesús nos ayuda a comprender sus palabras y tiene consecuencias sociales, ya que el mundo puede cambiar a partir del corazón.
El segundo capítulo, «Gestos y palabras de amor», está dedicado a los gestos con los que Cristo nos trata como amigos y muestra que Dios «es cercanía, compasión y ternura» se reflejan en sus encuentros con la samaritana, Nicodemo, la prostituta, la adúltera y el ciego del camino. Su mirada, que «escruta lo más profundo de tu ser», demuestra que Jesús «presta toda su atención a las personas, a sus preocupaciones y a su sufrimiento». De esta manera, «admira las cosas buenas que reconoce en nosotros», como en el caso del centurión, aunque los demás las ignoren. Su palabra de amor más elocuente es estar «clavado en la Cruz», después de llorar por su amigo Lázaro y sufrir en el Huerto de los Olivos, consciente de su propia muerte violenta «a manos de aquellos a quienes tanto amaba».
En el tercer capítulo, «Este es el Corazón que tanto amó», el Papa reflexiona sobre la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, destacando que esta devoción no se centra en un órgano separado, sino en la totalidad de Jesucristo. Citando la encíclica Haurietis aquas de Pío XII, el Papa Francisco subraya que el amor del Corazón de Cristo abarca tanto la caridad divina como los sentimientos humanos. Además, menciona el «triple amor» de Cristo: sensible, humano y divino. Aunque las visiones de santos devotos pueden inspirar, no son obligatorias para los creyentes. La devoción al Sagrado Corazón es esencial para la vida cristiana, representando una síntesis del Evangelio. El Papa también llama a renovar esta devoción para contrarrestar las tendencias de una espiritualidad sin carne y un enfoque excesivo en actividades externas y proyectos mundanos.
En el cuarto capítulo, «El amor que da de beber», se releen las Sagradas Escrituras para reconocer a Cristo en «aquel a quien traspasaron», como profetiza Zacarías. Este capítulo destaca la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, vista como un manantial de amor y purificación. Padres de la Iglesia, como san Agustín, y santas mujeres han descrito experiencias de encuentro con Cristo a través de su costado herido, que simboliza su corazón. La Encíclica menciona a san Francisco de Sales y santa Margarita María Alacoque, quienes promovieron esta devoción. Santa Teresa de Lisieux y santa Faustina Kowalska también contribuyeron a esta espiritualidad, enfocándose en la confianza y la misericordia divina. El Papa subraya la importancia del Sagrado Corazón en la Compañía de Jesús, destacando consagraciones y ejercicios espirituales que invitan a un diálogo íntimo con Cristo.
El último capítulo, «Amar por amor», explora la dimensión comunitaria, social y misionera de la devoción al Corazón de Cristo, destacando que el amor a los hermanos es el mayor gesto de amor hacia Él. El Papa Francisco recuerda el ejemplo de san Carlos de Foucauld como un hermano universal que acogió a toda la humanidad sufriente. Además, subraya la importancia de la “reparación” y la consagración al Corazón de Cristo, que debe integrarse en la misión de la Iglesia para construir una civilización del amor. A través de los cristianos, el amor de Cristo se derramará en los corazones, edificando una sociedad de justicia, paz y fraternidad. Finalmente, se enfatiza la necesidad de misioneros del amor que se dejen conquistar por Cristo para provocar un encuentro auténtico con su amor.
El texto concluye con esta oración de Francisco:
«Pido al Señor Jesús que de su santo Corazón broten para todos nosotros ríos de agua viva para curar las heridas que nos infligimos, para fortalecer nuestra capacidad de amar y de servir, para impulsarnos a aprender a caminar juntos hacia un mundo justo, solidario y fraterno. Esto hasta que celebremos juntos con alegría el banquete del reino celestial. Allí estará Cristo resucitado, que armonizará todas nuestras diferencias con la luz que brota sin cesar de su Corazón abierto. ¡Bendito sea siempre!».