Domingo 1 de Cuaresma
H. Alexis Montiel, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús mío, permíteme escuchar tus palabras con el corazón, para que las encarne en mi vida.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 4, 1-11
En aquel tiempo, Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Pasó cuarenta días y cuarenta noches sin comer, y al final, sintió hambre. Entonces se le acercó el tentador y le dijo: “Si tú eres el Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”. Jesús Pero le respondió: Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en la parte más alta del templo y le dijo: “Si eres el Hijo de Dios, échate para abajo, porque está escrito: Mandará a sus ángeles que te cuiden, y ellos te tomarán en sus manos, para que no tropiece tu pie en piedra alguna”. Jesús le contestó: “También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios”.
Después lo llevó el diablo a un monte muy alto y desde ahí le hizo ver la grandeza de todos los reinos del mundo y le dijo: “Te daré todo esto, si te postras y me adoras”. Pero Jesús le replicó: “Retírate, Satanás, porque está escrito: “Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo servirás”.
Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles para servirle.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Cuando hablamos de la Biblia nos encontramos con verdaderas palabras de vida. La palabra de Dios es vida para quien la escucha y para quien la predica, pero ¿cómo es que el diablo puede pronunciar la palabra de Dios sin darnos vida, sino por el contrario, quiere que perezcamos? La respuesta es muy simple, la palabra de vida corresponde a una intención de vida, unos actos de vida; no ser palabras muertas, sino palabras encarnadas en nuestros actos. Y si pensamos en la palabra de Dios como contradictoria es porque no la vemos realmente en su conjunto o no la hacemos vida.
Este es el compromiso que tenemos nosotros durante la Cuaresma, no se trata de un tiempo para bajar de peso o para sufrir sin sentido; se trata de ir encarnando toda la palabra de Dios en la propia vida, no solo lo que nos conviene. Es por eso por lo que el diablo puede repetir palabras porque no dan vida las palabras; lo que nos da vida es que Dios se hizo hombre, es la Palabra de la que habla san Juan al inicio de su Evangelio.
Por eso, que nuestros actos se conviertan en el predicar la Palabra de la boca de Dios; que el cuidar de nosotros mismos no sea vanidad sino no querer tentar al Señor, que de por sí siempre nos cuida; que nos postremos solamente ante el Señor, no ante nosotros mismos o ante las cosas de este mundo. En resumen, que la Cuaresma sean 40 días de encarnar la Palabra de Dios.
«Como cristianos, ante todo debemos poner en práctica el mandamiento del Señor: “Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos”. El amor de Dios, para encarnar concretamente en la vida, es por lo tanto nuestro camino a seguir, la responsabilidad que juntos tenemos ante el mundo para dar testimonio de la esperanza que está en nosotros.»
(Discurso de S.S. Francisco, 7 de diciembre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Terminar de formular un propósito concreto para la Cuaresma, que me ayude a encarnar el Evangelio, como por ejemplo, romper con la gula, la vanidad o la adoración de las cosas de este mundo, como presenta el Evangelio de hoy.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.