H. José Alberto Rincón, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, concédeme entrar en tu Corazón y aprender ahí la dinámica del verdadero perdón.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 18, 21-35
En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?” Jesús le contestó: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete.”
Entonces Jesús les dijo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo.’ El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.
Pero, apenas habiendo salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: ‘Págame lo que me debes.’ El compañero se arrodilló y le rogaba: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo.’ Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.
Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contarle al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ‘Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?’ Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.
Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes si cada cual no perdona de corazón a su hermano.”
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Apenas hace un mes meditábamos sobre este pasaje evangélico. En esa ocasión nos enfocamos en el reto que el perdón representa. Ahora, debemos dar un paso atrás para entender cómo es que funciona el perdón al que Jesús nos invita. En definitiva, no es una iniciativa nuestra; es decir, no somos nosotros los creadores del perdón. Ante todo, somos receptores. ¿Cómo?
Jesús mismo da la clave en otro momento, cuando reflexiona sobre la mujer que lo enjuga con sus cabellos. Mucho se le ha perdonado porque mucho ha amado. Aquí encontramos los dos elementos de la dinámica que estamos discerniendo: el amor y el perdón. Y así como primero debemos ser amados para aprender a su vez a amar, del mismo modo hemos de ser perdonados primero para saber perdonar después. De este modo, también es válido invertir las palabras de Jesús: mucho se le ha amado porque mucho ha perdonado.
Si perdonar al otro es difícil, más complejo es dejarse perdonar, especialmente cuando se trata de nuestra relación con Dios. Sólo el hijo es capaz de experimentar realmente el amor de su padre. Sólo el hijo que se sabe amado es capaz de acoger verdaderamente el perdón de su padre. Si nuestro corazón alberga rencor, es que no ha perdonado; si no ha perdonado, es que no ha amado.
Por eso es que el perdón es una actitud y una decisión netamente cristianas. Siempre implicarán valentía, pero si perseveramos en ellas, nuestros actos se convertirán en ofrenda agradable a Dios. Entonces, aventurémonos dentro del Corazón de Cristo y aprendamos ahí a ser perdonados para poder perdonar.
«El perdón renueva, el perdón hace milagros. Pedro experimentó el perdón de Jesús y llegó a ser pastor de su rebaño; Saulo se convirtió en Pablo después de haber sido perdonado por Esteban; cada uno de nosotros renace como una criatura nueva cuando, perdonado por el Padre, ama a sus hermanos. Solo entonces introducimos en el mundo una verdadera novedad, porque no hay mayor novedad que el perdón, este perdón que cambia el mal en bien. Lo vemos en la historia cristiana. Perdonarnos entre nosotros, redescubrirnos hermanos después de siglos de controversias y laceraciones, cuánto bien nos ha hecho y sigue haciéndonos. El Padre es feliz cuando nos amamos y perdonamos de corazón (cf. Mt 18,35). Y entonces nos da su Espíritu. Pidamos esta gracia: no encerrarnos con un corazón endurecido, reclamando siempre a los demás, sino dar el primer paso, en la oración, en el encuentro fraterno, en la caridad concreta».
(Homilía S.S. Francisco, 21 de junio de 2018)
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Prepararé una buena confesión, en la que pida a Dios la gracia de acoger su perdón a corazón abierto.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.