Alexis Federico Montiel Sánchez, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, que sepa, lleno de confianza, esperar tu próxima venida.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 13, 24-32
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando lleguen aquellos días, después de la gran tribulación, la luz del sol se apagará, no brillará la luna, caerán del cielo las estrellas y el universo entero se conmoverá. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad. Y el enviará a sus ángeles a congregar a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales y desde lo más profundo de la tierra a lo más alto del cielo. Entiendan esto con el ejemplo de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, ustedes saben que el verano está cerca. Así también, cuando vean ustedes que suceden estas cosas, sepan que el fin ya está cerca, ya está a la puerta. En verdad que no pasará esta generación sin que todo esto se cumpla. Podrán dejar de existir el cielo y la tierra, pero mis palabras no dejarán de cumplirse. Nadie conoce el día ni la hora. Ni los ángeles del cielo ni el Hijo; solamente el Padre”.
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
A una semana de la solemnidad de nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo, la Iglesia nos introduce en este misterio con un evangelio que muchas veces nos podría parecer que infunde miedo o que falta mucho tiempo para que suceda.
Hay un dicho que dice: “el que nada debe, nada teme.” Es muy cierto, pero muy pobre a la vez. Una visión más cristiana diría “el que ha dado todo, se ha esforzado y ha cumplido su deber, espera con ansiedad e impaciencia la llamada de su Señor para que le diga con alegría y entusiasmo: pasa al gozo de tu Señor.” Entonces, ¿por qué viene a colación este Evangelio?
Señor, Tú me pides este día que deje de esperar como hombre y que empiece a esperar como un niño que espera que su papá se alegre por la buena nota que sacó, por una cosa que hizo para él; que espere con esa misma ilusión de ver el rostro de mi padre que me dice: “te amo, estoy muy orgulloso, me alegra que te haya ido bien”.
Debo esperar como un niño, no llamar por teléfono, no buscar ubicaciones en redes sociales u otros medios, no hacer cálculos… simplemente esperar con plena confianza en las manos de Dios.
«Estar atentos y vigilantes son las premisas para no seguir “vagando fuera de los caminos del Señor”, perdidos en nuestros pecados y nuestras infidelidades; estar atentos y alerta, son las condiciones para permitir a Dios irrumpir en nuestras vidas, para restituirle significado y valor con su presencia llena de bondad y de ternura. Que María Santísima, modelo de espera de Dios e icono de vigilancia, nos guíe hacia su Hijo Jesús, reavivando nuestro amor por Él».
(Ángelus de S.S. Francisco, 3 de diciembre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Prepararé mi corazón para la solemnidad de Cristo Rey, viendo cuáles son las actitudes y los modos con que he de esperar al Señor.
Despedida
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.