Luis Ángel María Trujillo Alcalá, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, apela a mi corazón de discípulo, invítame a dar un poco de lo mucho que he recibido. Señor, dame la gracia de reconocer todo lo que Tú has hecho en mí, que la luz de la fe que has encendido en mi corazón, deslumbre, y se propague a mis hermanos los hombres.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 9, 11-17
En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar al gentío del reino de Dios y curó a los que lo necesitaban. Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle: “Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado.” Él les contestó: “Dadles vosotros de comer.” Ellos replicaron: “No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío.” Porque eran unos cinco mil hombres. Jesús dijo a sus discípulos: “Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta.” Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Cuántas veces nos pasa que ante una situación compleja nos ponemos a hacer cálculos, a trazar planes, y tratar de dominar la situación, como si todo estuviera en nuestras manos. A veces, nos puede pasar que proyectamos hacia el futuro con demasiada certeza de que las cosas van a ser como nosotros pensamos. Ciertamente, las cosas no siempre van de acuerdo a nuestros planes. Aun así, cuantes veces creemos que todo se tiene que adecuar a nuestra manera de ver las cosas, a nuestros planes y expectativas, a veces, incluso las demás personas también se tienen que acoplar a nosotros, y a veces incluso hasta Dios.
En la vida del discípulo de Cristo, una gran lección que nos da nuestro Maestro es que Dios tiene al mundo y a la historia en sus manos, es decir, no todo depende de nosotros, no todo va a ir de acuerdo a nuestros planes, más importante aún, aunque parezca, no todo está perdido. La vida del cristiano es un encuentro de lo humano y lo divino. Jesús, en este Evangelio, apela la fe de sus discípulos, les hacer romper sus esquemas meramente humanos, los invita a confiar y actuar, a poner su fe en acción, dando un salto de confianza. Los discípulos, aunque cavilan al inicio, ponen de su parte, incluso cuando es poco lo que tienen, cuando no entienden del todo y se tienen que poner en una situación todavía más complicada. Esa es la vida del discípulo, una vida de fe.
Puede haber también una tendencia en la vida del discípulo que es la de ser demasiado pasivos, es decir, sentarme en mi zona de confort y esperar cómodamente a que las cosas pasen. Jesús, sin embargo, no les dice a sus discípulos: “Siéntense aquí que yo me encargo”. Les dice: “Dadles vosotros de comer”. Jesús les lanza el reto, lo pone en sus manos. Y, cuando los discípulos hacen la experiencia de que la misión les sobrepasa y de que no pueden solos, es cuando vuelven a Jesús y le dicen: “No tenemos más que cinco panes y dos peces…”.
Es en estas circunstancias que Jesús obra un milagro, un milagro que excede toda expectativa humana. Jesús multiplica los panes y los peces, pero es Jesús con sus discípulos los que alimentan a la muchedumbre.
Los discípulos, sin Jesús, hubieran preparado unos cuantos bocadillos de pescado, que no hubieran sido suficientes ni siquiera para ellos, pero, con Jesús, dieron de comer a una muchedumbre hasta que todos quedaron saciados.
En nuestra vida de fe, solos no podemos nada, pero no hay nada que, con Dios, no podamos hacer.
«Tratemos ahora de ponernos en el lugar de ese muchacho. Los discípulos le piden que comparta todo lo que tiene para comer. Parece una propuesta sin sentido, es más, injusta. ¿Por qué privar a una persona, sobre todo a un muchacho, de lo que ha traído de casa y tiene derecho a quedárselo para sí? ¿Por qué quitarle a uno lo que en cualquier caso no es suficiente para saciar a todos? Humanamente es ilógico. Pero no para Dios. De hecho, gracias a ese pequeño don gratuito y, por tanto, heroico, Jesús puede saciar a todos. Es una gran lección para nosotros. Nos dice que el Señor puede hacer mucho con lo poco que ponemos a su disposición. Sería bueno preguntarnos todos los días: “¿Qué le llevo hoy a Jesús?”. Él puede hacer mucho con una oración nuestra, con un gesto nuestro de caridad hacia los demás, incluso con nuestra miseria entregada a su misericordia. Nuestras pequeñeces a Jesús, y Él hace milagros. A Dios le encanta actuar así: hace grandes cosas a partir de las pequeñas, de las gratuitas». (S.S. Francisco, Ángelus del 25 de julio de 2021).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Voy a dedicar un momento a reflexionar, si hay algún salto de fe que el Señor me esté invitando a dar, ya sea salir de mi zona de confort o abandonar algo en sus manos.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.