Quinto de Pascua
H. Octavio Ortiz, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, dame la gracia de amarte cada día porque sé que eres mi raíz y sin Ti no puedo nada.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 15,1-8
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto.
Ustedes ya están purificados por las palabras que les he dicho. Permanezcan en mí y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer. Al que no permanece en mí se le echa fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde.
Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
«La gloria de mi Padre es que deis fruto», esto nos dice Jesús. Pueden surgir las preguntas: ¿Qué tipo de fruto debo dar? ¿Cómo doy fruto? ¿Para qué sirve el fruto que doy?
Mi fruto. El sarmiento de la vid da uvas para la producción de vino. El fruto nuestro es el amor, porque Jesús nos amó primero y, por ello, podemos amar, porque Él nos enseña lo que es el amor. Jesús cura enfermedades, da la vida a los muertos, expulsa demonios, enseña. Todo esto lo hace, no desde su sofá, sino que va, sale y camina por las calles de toda Galilea, para encontrar a todo el que necesita ayuda. Nuestro tipo de fruto es el amor, que es entrega, donación, respeto, cuidado…etc. La forma de amar no siempre es fácil, y esas dificultades que encontramos en el camino son, sin duda, la poda que Dios nos concede como bendición para dar más fruto.
Cómo fructificar. Jesús nos da la clave: “Permanezcan en mí”. Una vez que dejamos de permanecer con Cristo, nuestro fruto se muere, o se llena de gusanos o enfermedad y termina secándose en sí mismo y muriendo lentamente. Jesús nos dice: quédense conmigo, hagan oración, sin mí nada pueden hacer. Jesús da la vida y, dando la vida, nos concede la capacidad de amar, que es fructificar con Él. La oración es la relación que tenemos con Jesús, si esa oración acaba todo lo demás también. Orar es abrir el corazón, expresar nuestros más grandes anhelos y pedirle a Jesús que nos acompañe en el camino para lograr cumplir nuestros deseos de felicidad en esta vida; porque la gloria de Dios radica en mi felicidad y en la felicidad de quién tengo sentado al lado mío y mi fruto ayudará a que todos seamos felices. Así como el vino alegra la vida y por ello la vid y el sarmiento son importantes, así también Jesús (la vid), tú (el sarmiento) y el amor (la uva) son tan importantes, porque de ese amor de Jesús vivido en ti y en mí nos beneficiamos todos y así damos gloria al padre Dios, con nuestra alegría y plenitud.
«Sin embargo, constatamos que amar a nuestros hermanos no es fácil, porque enseguida aparecen sus defectos y faltas, y nos vienen a la mente las heridas del pasado. Aquí nos ayuda la acción del Padre que, como un agricultor experto, sabe bien lo que tiene que hacer: “Todo sarmiento que no da fruto lo corta, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto aún”. El Padre corta y poda. ¿Por qué? Porque para amar hay que despojarse de todo lo que nos desvía del camino y nos encorva sobre nosotros mismos, impidiéndonos dar fruto. Pidamos, pues, al Padre que nos quite los prejuicios sobre los demás y los apegos mundanos que dificultan la plena unidad con todos sus hijos. Así, purificados en el amor, sabremos poner en segundo lugar las trabas terrenales y los obstáculos del pasado que hoy nos distraen del Evangelio.»
(Homilía de S.S. Francisco, 25 de enero de 2021).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Tener un rato de 15 minutos de adoración en silencio y a solas con Jesús. Si no está Jesús sacramentalmente, lo haré en silencio en mi corazón.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.