Cristian Gutiérrez, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Creo, Señor que estás presente en este momento. Sé que me escuchas, me ves y me hablas. Sé que quieres estar conmigo y acompañarme. Aumenta mi fe para que crea en ti con mayor firmeza. Confío en ti porque Tú nunca me fallas. Te amo porque Tú me has amado primero. Dame, Señor, tu gracia para serte fiel en todos las circunstancias de mi vida y ser un apóstol incansable de tu Reino.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 17, 5-10
En aquel tiempo, los apóstoles dijeron al Señor: “Auméntanos la fe”. El Señor les contestó: “Si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decir a ese árbol frondoso: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’, y los obedecería. ¿Quién de ustedes, si tiene un siervo que labra la tierra o pastorea los rebaños, le dice cuando éste regresa del campo: ‘Entra enseguida y ponte a comer’? ¿No le dirá más bien: ‘Prepárame de comer y disponte a servirme, para que yo coma y beba; después comerás y beberás tú’? ¿Tendrá acaso que mostrarse agradecido con el siervo, porque éste cumplió con su obligación? Así también ustedes, cuando haya cumplido todo lo que se les mandó, digan: ‘No somos más que siervos, sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer’”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hoy me hablas de la fe. La fe que es uno de los primeros regalos que me diste al llegar a este mundo. Ella es una de las virtudes teologales, es decir las virtudes que me ponen en contacto directo contigo. Mi petición también es, al igual que los apóstoles, aumenta mi fe. Ella es el mayor tesoro que has puesto en mi alma y todo el que posee un tesoro busca acrecentarlo. Por ello mi petición.
¿Cómo es mi fe, Señor? No quiero que sea una fe de dogmas y prohibiciones, una fe raquítica, débil y frágil. Quiero una fe de certezas profundas, de realidades que se experimentan, de fundamentos inconmovibles.
Dame una fe, al menos como la de una semilla de mostaza. La fe no es sólo para hacer milagros como el que me describes en el Evangelio. La fe es la virtud que me ayuda a superar los obstáculos de mi vida, a construir sobre roca firme, a llevar adelante mis proyectos, a vivir en plenitud mi vida cristiana.
A veces puedo reducir mi fe a la pertenencia a una religión, a la creencia simple en una persona, en el cumplimiento de unos actos, en definitiva al ámbito religioso. Pero la fe va más allá. La fe mueve las montañas de mis problemas familiares, las cimas de mis inconvenientes en el trabajo, los montes de mis debilidades, las cordilleras de mis dolores, enfermedades e incomodidades.
Pero aún más, la fe me hace feliz, me da seguridad y paz al alma. La fe ilumina mis caminos y elecciones; la fe guía mis pasos, acompaña mis acciones y las hace fructíferas.
Al final, regreso por lo mismo a la petición del Evangelio: «Señor, aumenta mi fe».
«Crecer en la fe. Están llamados a vivir su trabajo como una misión que el Señor mismo les confía; a acoger el tiempo que pasan aquí en Roma, en el corazón de la cristiandad, como oportunidad para profundizar la amistad con Jesús y caminar hacia la meta de cada vida cristiana auténtica: la santidad. Por ello los invito a alimentar su espíritu con la oración y la escucha de la Palabra Dios; a participar con devoción en la santa misa y cultivar una filial devoción a la Virgen María, y realizar así vuestra peculiar misión, trabajando cada día con valentía y fidelidad».
(Homilía de S.S. Francisco, 7 de mayo de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Haré una oración especial, preferentemente en familia, por aquellas personas que estén pasando por un momento difícil en su fe.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.