Javier Castellanos, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
«Señor Jesús, te entrego mis manos para hacer tu trabajo. Te entrego mis pies para seguir tu camino. Te entrego mis ojos para ver como Tú ves. Te entrego mi lengua para hablar tus palabras… Te entrego todo mi ser para que crezcas Tú en mí, para que seas Tú, Cristo, quien vive, trabaja y ora en mí. Amén» (Oración de ofrecimiento a Jesús).
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 10, 26-33
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “No teman a los hombres. No hay nada oculto que no llegue a descubrirse; no hay nada secreto que no llegue a saberse. Lo que les digo de noche, repítanlo en pleno día, y lo que les digo al oído, pregónenlo desde las azoteas. No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman, más bien, a quien puede arrojar al lugar de castigo el alma y el cuerpo. ¿No es verdad que se venden dos pajarillos por una moneda? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae por tierra si no lo permite el Padre. En cuanto a ustedes, hasta los cabellos de su cabeza están contados. Por lo tanto, no tengan miedo, porque ustedes valen mucho más que todos los pájaros del mundo. A quien me reconozca delante de los hombres, yo también lo reconoceré ante mi Padre, que está en los cielos; pero al que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre, que está en los cielos”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En la historia de la Iglesia no han faltado las persecuciones. Ya desde sus primeros días, en Jerusalén, Esteban muere apedreado, Pedro es crucificado en Roma y tantos otros apóstoles dan testimonio con su sangre en todo el mundo. El mártir recibe la corona más preciosa de la vocación cristiana: identificarse con Cristo mismo en la cruz.
Existe, sin embargo un tipo de martirio que no derrama sangre. Consiste en derramar la vida, día tras día, dando testimonio de mi fe con mis obras. A veces no es fácil ir en contra de la corriente por seguir las enseñanzas de Cristo. Por eso Él nos habla en el Evangelio de confiar en el Padre. ¿Cuánto valen unos pajarillos? Los vemos ir y venir, volar rodeados de peligros y de trampas, sobrevivir escasez de alimentos, aguantar duros inviernos a la intemperie. Dios les da lo necesario para vivir. Para Él valen mucho y por eso los mantiene con su Providencia. Ahora bien, para Dios, yo valgo mucho, mucho más que un pajarillo. Tal vez hay algo que nos preocupa o que nos da miedo si le somos fieles, pero ¿acaso podemos dudar de Aquél que ha dado su propia vida por nosotros? Confiémosle en esta oración en esta oración justamente eso, lo que nos preocupa, lo que nos causa inseguridad…
Nosotros podemos poner en Dios toda nuestra confianza. Por eso, la verdadera pregunta debería ser: ¿Puede Dios poner su confianza en nosotros? ¿Podrá Él hoy estar seguro de que nos encargaremos de sus cosas, es decir, del mensaje que nos ha confiado?
«También los cabellos de su cabeza son contados. ¡No tengan miedo! ¡Valen más que muchos gorriones! Delante de todos estos miedos que nos ponen aquí o allá, y que nos pone el virus, la levadura de la hipocresía farisea, Jesús nos dice: Hay un Padre. Hay un Padre que os ama. Hay un Padre que cuida de ustedes. Para no caer en esa actitud farisea que no es ni luz ni tinieblas sino que está “a mitad” de camino que nunca llegará a la luz de Dios, hay que rezar mucho».
(Homilía de S.S. Francisco, 16 de octubre de 2015, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy intentaré dar testimonio de Cristo con una entrega sincera en mi trabajo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.