La Sagrada Familia
H. Pablo Vidal, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Sagrada Familia, Jesús, María y José, les pido me ayuden a contemplar su vida centrada en Dios, sencilla, amorosa y confiada, para poder vivir más como ustedes.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 2, 22-40
Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o dos pichones.
Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo:
“Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido, porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos, luz que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel”.
El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los bendijo, y a María la madre de Jesús, le anunció: “Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma”.
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. (Cuando José y María entraban en el templo para la presentación del niño). Ana se acercó, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Una vez que José y María cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia del Dios estaba con él.
Palabra de Dios.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia y el Evangelio parece ofrecernos una fotografía de algunos de los rasgos que tenían en común, como familia, Jesús, María y José.
Acercándose al templo nos enseñan que confían en el Señor, son una familia que pone a Dios al centro de su vida, es el Señor el que los mueve. Son una familia sencilla, dan la ofrenda de un par de tórtolas, característica de las familias pobres, mostrándonos cuánto están abiertos a compartir lo que tienen y vivir la caridad. Están abiertos a la maravilla de los planes de Dios y se alegran al escuchar las palabras de Simeón y de Ana. Pero, al mismo tiempo, aceptan con reciedumbre el anuncio de la espada, del dolor y la dificultad, que enfrentarían juntos María y Jesús durante la Pasión. E, incluso ahí, en la situación más difícil descubren el lenguaje de la misericordia de Dios.
¿Qué me quieres decir a mí, Señor? ¿Cómo está mi familia hoy? ¿Quiero que sea reflejo de la Sagrada Familia? Tal vez estamos lejos de este ideal, estamos heridos, rotos, tantas cosas nos cuestan. Pero miro a la familia de Nazaret y encuentro ánimo, porque tampoco ellos eran perfectos desde el inicio. Leo el Evangelio y descubro que, como el Niño, toda la familia iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia del Dios estaba con ellos. Que esta fiesta sea luz para mi familia, para que, incluso en la situación más difícil, podamos descubrir el lenguaje de la misericordia de Dios.
«María, José, Jesús: la Sagrada Familia de Nazaret que representa una respuesta coral a la voluntad del Padre: los tres miembros de esta familia se ayudan mutuamente a descubrir el plan de Dios. Rezaban, trabajaban, se comunicaban. Y yo me pregunto: ¿tú, en tu familia, sabes cómo comunicarte o eres como esos chicos que en la mesa, cada uno con un teléfono móvil, están chateando? En esa mesa parece que hay un silencio como si estuvieran en misa… Pero no se comunican entre ellos. Debemos reanudar el diálogo en la familia: padres, madres, hijos, abuelos y hermanos deben comunicarse entre sí… Es una tarea que hay que hacer hoy, precisamente en el Día de la Sagrada Familia. Que la Sagrada Familia sea un modelo para nuestras familias, para que padres e hijos se apoyen mutuamente en la fidelidad al Evangelio, fundamento de la santidad de la familia.
Confiemos a María “Reina de la Familia” todas las familias del mundo, especialmente las que sufren o están en peligro, e invoquemos sobre ellas su protección materna.»
(Homilía de S.S. Francisco, 29 de diciembre de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Voy a comentar con mis familiares uno de los rasgos que he contemplado en la Sagrada Familia, para invitarlos a tratar de vivirlo todos juntos en estos días.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.