H. Jesús Rojas, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, te ofrezco este tiempo de oración, ilumíname, guíame, y envía tu Santo Espíritu sobre mí. Yo creo, te adoro, te espero y te amo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 9, 2-10
“En aquel tiempo, Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a un monte alto y se transfiguró en su presencia. Sus vestiduras se pusieron esplendorosamente blancas, con una blancura que nadie puede lograr sobre la tierra. Después se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.” En realidad no sabía lo que decía, porque estaban asustados.
Se formó entonces una nube, que los cubrió con su sombra, y de esta nube salió una voz que decía: “Éste es mi Hijo amado; escúchenlo”. En ese momento miraron alrededor y no vieron a nadie sino a Jesús, que estaba solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos guardaron esto en secreto, pero discutían entres sí que querría decir eso de ¨resucitar entre los muertos¨.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Jesús se transfigura enfrente de nosotros, estamos en su monte santo. Dios ha visitado a su pueblo, y ha tenido misericordia de nosotros. Se presenta en toda su majestad para que nosotros podamos creer en Él. ¿Cuál es mi actitud ante Jesús? Los apóstoles tuvieron miedo y se asustaron.
Ojalá que nosotros nunca nos asustemos ni temamos, pues Jesús viene a llenar nuestro corazón con su gracia. Solo Dios puede colmar de verdad el vacío de nuestro interior, pero si le dejamos actuar dentro de nosotros. Nunca dejemos de maravillarnos de Dios y su presencia constante con nosotros. Dios nos envía como a sus apóstoles después de experimentar su amor.
«Transformados por la presencia de Cristo y del ardor de su palabra, seremos signo concreto del amor vivificante de Dios para todos nuestros hermanos, especialmente para quien sufre, para los que se encuentran en soledad y abandono, para los enfermos y para la multitud de hombres y de mujeres que, en distintas partes del mundo, son humillados por la injusticia, la prepotencia y la violencia.!» Comentó el Papa Francisco en el ángelus del domingo 6 de agosto de 2017.
«Jesús había comenzado a hablarles sobre el sufrimiento, la muerte y la resurrección que le esperaba, pero no podían aceptar esa perspectiva. Por eso, al llegar a la cima del monte, Jesús se sumergió en la oración y se transfiguró ante los tres discípulos: “su rostro —dice el Evangelio— se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz”. A través del maravilloso evento de la Transfiguración, los tres discípulos están llamados a reconocer en Jesús al Hijo de Dios resplandeciente de gloria. De este modo avanzan en el conocimiento de su Maestro, dándose cuenta de que el aspecto humano no expresa toda su realidad; a sus ojos se revela la dimensión sobrenatural y divina de Jesús. Y desde arriba resuena una voz que dice: “Este es mi Hijo amado […]. Escuchadle”. Es el Padre celestial quien confirma la “investidura” — llamémosla así— de Jesús ya hecha el día de su bautismo en el Jordán e invita a los discípulos a escucharlo y seguirlo.»
(Ángelus de S.S. Francisco, 8 de marzo de 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Haré un acto de caridad a algún miembro de mi familia.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.