San Juan Bosco, presbítero
H. Francisco J. Posada, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, Tú conoces mi corazón; te pido que me ayudes a poner todo mi esfuerzo en amarte. Te pido la gracia de conocerte más para poder ayudarte en tu misión.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 1, 21-28
En aquel tiempo, llegó Jesús a Cafarnaúm y el sábado siguiente fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Los oyentes quedaron asombrados de sus palabras, pues enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.
Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: “¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”. Jesús le ordenó: “¡Cállate y sal de él!” El espíritu inmundo, sacudiendo al hombre con violencia y dando un alarido, salió de él. Todos quedaron estupefactos y se preguntaban: “¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta? Este hombre tiene autoridad para mandar hasta a los espíritus inmundos y lo obedecen”. Y muy pronto se extendió su fama por toda Galilea.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Otro pasaje del Evangelio nos dice cómo Cristo iba a las sinagogas y predicaba según los rollos de la Escritura que se le daban. Su predicación era especial porque conocía el corazón del hombre de su tiempo. Después de la motivación que les daba Cristo, se tomaban las más grandes decisiones para no ser solamente buenos sino santos, esforzarse por amar a todos, especialmente a los enemigos.
Otra fuente de su autoridad de Jesús era su conocimiento del Padre, que le daba el poder para comunicar el amor de Dios. Expulsar a los demonios, también era parte de su ministerio.
La gente puede estar agobiada por muchas cosas y la peor de estas es la presencia del demonio en su vida. Alguna vez pensé que los exorcismos contados en el Evangelio eran solo alegorías de la confesión, porque Jesús nos ayuda a purificar nuestra alma cuando estamos en pecado. Ahora sé que el demonio es real y puede hacer mucho daño a las personas, más del que nos podemos imaginar. En una posesión demoníaca el diablo se apodera de la persona y no puede librarse solo, necesita de la intervención de Dios, que tiene en sus manos el poder de hacerlo.
Cristo conocía a Dios Padre profundamente y por eso podía comunicar su amor a los hombres. Ante el ejemplo de vida de Jesús todos se asombran, hasta el más alejado, porque la vida de Jesús llama la atención y tiene un aspecto especial que transforma la vida de las personas.
«El pueblo de Dios distingue bien entre la autoridad de una persona y la gracia de la unción. “¿Pero tú vas a confesarte con aquél, que es esto, y esto y esto?” – “Para mí ese es Dios. Punto. Ese es Jesús”. Y esta es la sabiduría de nuestro pueblo que tolera tantas veces, tantos pastores incoherentes, pastores como escribas, y hasta cristianos – que van a misa todos los domingos y luego viven como paganos. Y la gente dice: “Esto es un escándalo, una incoherencia”. ¡Qué mal hacen los cristianos incoherentes que no dan testimonio y los pastores incoherentes, esquizofrénicos que no dan testimonio! La ocasión que ofrece esta reflexión es elevar una oración al Señor para que todos los bautizados tengan “autoridad”, “que no consiste en mandar y hacerse oír, sino en ser coherente, en ser testigo y, por ello, ser compañeros de camino del Señor.»
(Homilía de S.S. Francisco, 14 de enero de 2020, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Aprender una oración de liberación y rezarla todos los días.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.