Del 14 al 27 de diciembre, un grupo de 37 colaboradores del Regnum Christi y cinco formadores se dieron cita en Roma para vivir una experiencia espiritual y de convivencia. Entre los momentos más destacados está el paso por la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, la participaron en una audiencia general con el Papa Francisco, una peregrinación a Asís y la celebración de la Navidad con las comunidades de legionarios en Roma. Pero, ¿qué significa ser colaborador del Regnum Christi? Cuatro jóvenes nos ofrecen su experiencia sobre la riqueza espiritual, el crecimiento personal y la aventura de decirle «sí» a Dios como colaboradores del Regnum Christi.
Una Navidad en el corazón de la catolicidad
Navidad en Roma es muy especial: las calles históricas, los cantos navideños en algunas plazas y la solemnidad de sus basílicas decoradas para el nacimiento de Cristo, fueron el contexto donde los colaboradores del Regnum Christi vivieron una experiencia profunda y significativa. Desde los ejercicios espirituales que los llevaron a un encuentro personal con Dios, hasta la emoción de cruzar la Puerta Santa y la peregrinación a Asís, donde rezaron ante la tumba de San Francisco, y visitaron la iglesia donde está enterrado Carlo Acutis, cada momento tuvo un propósito: renovar su fe y reforzar su misión.
Y ¿quiénes son estos jóvenes que eligen dedicar un año de sus vidas a ser colaboradores? ¿Qué los motiva a dejar atrás sus hogares, sus amigos y zonas de confort? Las respuestas, aunque diversas, convergen en una misma realidad: el amor de Dios que transforma y envuelve cada decisión.
Ser colaborador es trascender fronteras
Antoni Siatka (Polonia) es colaborador en Querétaro, México. Para él, esto es un llamado directo de Dios: «A veces pensamos que no estamos listos, pero Dios nos capacita en el camino». Antoni describe su experiencia como un viaje espiritual que le ha permitido crecer en su fe y en su vida personal. Dejar su hogar en Polonia por un año no fue fácil, pero el apoyo de la comunidad que lo ha acogido en Querétaro y la certeza de que Dios actúa en cada paso han sido fundamentales. «No importa si te sientes incapaz; lo importante es dar el primer “sí” y confiar en que Dios hará el resto», asegura.
Javier Gómez Torrado (México), actualmente es colaborador en Dublin Oak Academy, y define su año como una forma de devolverle a Dios por todo lo que ha recibido hasta el momento. «Es una comunión con Jesús que ha cambiado mi manera de vivir la fe. Ahora, la misa y el Rosario tienen un significado completamente diferente», explica. Javier también destaca el impacto que tiene buscar ser un ejemplo para los jóvenes: «La autenticidad es clave. No puedes pedir algo que tú no prácticas en primera persona». Para él, este año es una aventura espiritual y humana que vive de la mano de Cristo.
Eduardo Carmona (México), es colaborador ayudando en el ECYD de la Ciudad de México, y ve su misión como una oportunidad para contagiar el amor de Dios. «Ser colaborador es un año inolvidable donde no pierdes nada; más bien, lo ganas todo», reflexiona. Eduardo subraya el crecimiento personal y espiritual que implica salir de la zona de confort: «Das testimonio con tu vida y ayudas a otros a encontrar a Dios».
Yubran Barakat Yubi (Colombia), está dando su año de colaborador en Querétaro, México, y encuentra en su experiencia un recordatorio constante de su destino eterno. «Este año me está ayudando a entender que estoy hecho para la eternidad. Vivir con religiosos y frecuentar los sacramentos me ha acercado a Dios de una manera que nunca imaginé», afirma. Para Yubran, ser colaborador no es solo una misión espiritual, sino también una oportunidad de crecimiento interpersonal y profesional.
Un «sí» que transforma
Las historias de Antoni, Javier, Eduardo y Yubran son un testimonio vivo de lo que significa responder a un llamado de Dios. En Roma, bajo la majestuosidad de la Basílica de San Pedro y el espíritu de comunidad que los rodeó, estos colaboradores reafirmaron su misión: ser instrumentos vivos del amor de Dios. En sus palabras, queda claro que ser colaborador no es solo una etapa en la vida, sino un camino de transformación que los impacta no solo a ellos, sino a quienes los rodean.
Los cuatro comparten una certeza: la generosidad de Dios nunca se deja ganar. Ahora que dejaron Roma y regresaron a sus destinos, llevan consigo un mensaje que resuena más allá de las fronteras: decirle «sí» a Dios siempre vale la pena.
