Desde principios de septiembre he visto a muchos madrugadores de la Casa de Huéspedes de Magdala, acercarse a las orillas del Mar de Galilea en silencio y con paso tierno, preparando sus sentidos para vivir la salida del sol como lo habría hecho Jesús hace tanto tiempo.
En este lugar, especialmente en septiembre y octubre, el cielo de la mañana es generalmente de color rojo anaranjado, mientras que la suave brisa del amanecer sobre el agua, se ve interrumpida agradablemente por el canto de los pájaros a través del mar. Se ven desde enormes bandadas migratorias de cigüeñas y se escuchan, durante todo el año los sonidos de distintos tipos de aves, como vencejos, garzas, ibis, palomas, cormoranes, el Myna Común y la abubilla, única y cautelosa. La exhibición es fascinante y deliciosa. Ruidosos periquitos salvajes, con sus destellos de verde claro en los eucaliptos siempre parecen sorprender, mientras que los sonidos más penetrantes provienen de los elegantemente vestidos chorlitos espolones, que defienden celosamente cada centímetro de su territorio.
Este simple momento vigoriza pacíficamente los sentidos, llena la mente de asombro y eleva los corazones al Dios de la creación con asombro y acción de gracias.
Cuando estoy aquí al amanecer con otros, escucho al Señor mismo hablando a través de la creación, y quiero volverme hacia ellos y exclamar:
¡Escucha! ¡Mi amado! (Cantar de los Cantares 2, 8)
Más adelante en este mismo capítulo del Cantar de los Cantares, el Señor dulcemente pide escuchar a cada uno de nosotros, diciendo:
Mi amor…
Dejame escuchar tu voz
Porque dulce es tu voz… (Cantar de los Cantares 2, 14)
Este diálogo entre el Señor y nosotros, que ocurre con el amanecer de un nuevo día, también puede verse profundamente en la celebración del Año Nuevo Judío, Rosh Hashaná, que se lleva a cabo en septiembre, conmemorando la creación del mundo.
El día comienza con un llamado del Shofar, que es un instrumento antiguo hecho de cuerno de carnero. Un fuerte toque de Shofar llama la atención de los oyentes, lo que significa un grito del cielo para arrepentirse; al mismo tiempo, el Shofar tocado con un sonido diferente, como el de un lamento, es una súplica por la dulce misericordia de Dios. El cuerno se toca 100 veces al día, en cada uno de los 10 “Días de asombro” (desde Rosh Hashaná hasta Yom Kippur). Con este sonido distintivo, que marca los días contemplativos y moderados, se dice que el Señor está juzgando: escribiendo nombres en el libro de vida o muerte para el nuevo año.
Tanto el sonido misterioso del Shofar que se toca en los pueblos y ciudades cerca de Magdala en esta época del año, como los sonidos inesperados de la naturaleza, que se escuchan a diario al amanecer sobre el Mar de Galilea, elevan nuestras mentes y corazones con asombro y agradecimiento a Dios.
Dios de la creación que, en su misericordia, nos hace nuevos cada día y cada año.