En la cultura actual, los adolescentes enfrentan una gran confusión sobre el amor y la amistad, influenciados por las redes sociales y los modelos superficiales que distorsionan su significado. Alejandra Leal, Misionera Permanente del Regnum Christi, nos comparte la siguiente reflexión sobre el amor y la amistad diciendo que, en esta etapa de maduración afectiva, es esencial que la familia, la Iglesia y los educadores los guíen para comprender el verdadero valor del amor cristiano y la amistad genuina. A través del acompañamiento y espacios adecuados, los jóvenes pueden fortalecer relaciones sanas y descubrir un amor basado en el respeto, la lealtad y el compromiso, alejándose de las concepciones pasajeras e idealizadas que predominan en la sociedad.
Llega febrero y desde que las tiendas y establecimientos «quitaron la Navidad», empezamos a ver corazones por todas partes: tazas, chocolates, peluches, ropa… porque ya viene el día de San Valentín.
Esta celebración, tradicionalmente vinculada con el tema del amor, es un excelente momento para reflexionar y formar sobre el verdadero sentido del amor y la amistad en los adolescentes, desde una perspectiva cristiana.
La confusión del amor y la amistad en la cultura actual
«Es que no sé si me gusta, bueno sí me gusta, pero no me gusta como “crush” que me pongo nerviosa y siento mariposas y así, me gusta, como que quiero platicar con él y nos contamos cosas y nos reímos mucho». Este comentario me lo hizo una adolescente de 13 años hace algunos días, le costaba definir si le gustaba uno de sus compañeros porque su expectativa era una; sin embargo, sentía algo que no esperaba.
La confusión proviene de distintas fuentes, como la inmadurez propia de la edad, pues los adolescentes apenas están definiendo su personalidad, sus gustos e intereses; pero por otro lado son bombardeados constantemente por las redes sociales que les marcan modelos idealistas o sexualizan el amor o lo presentan como algo superficial y pasajero que no conlleva ningún tipo de lealtad o compromiso. En la mayoría de los casos estas visiones informan mal, limitan y llevan al adolescente a copiar comportamientos que afectan sus procesos de maduración afectiva.
Reforzar la formación afectiva en esta etapa es imprescindible, pues el cerebro crea nuevas conexiones neuropsicológicas y se modifica para que el adolescente pueda adaptarse al entorno y prepararse para la vida adulta. Empezarán a tener mayor autonomía, a vivir con el móvil en la mano, harán nuevos amigos priorizando su compañía y el ambiente que creen a su alrededor será determinante para su toma de decisiones.
Aquí es donde entra la misión de la familia, la Iglesia y los educadores para ayudar a los adolescentes a descubrir el verdadero valor del amor cristiano y la amistad genuina. En el Regnum Christi y sus apostolados (como el ECYD, las misiones, los Torneos de la Amistad en los colegios…), encontramos excelentes medios para apoyarlos en esta etapa, para desarrollar amistades sanas y de valores afines, en un ambiente lleno de la alegría cristiana.
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El amor cristiano: más allá de las emociones y lo físico
Desde la perspectiva cristiana, el amor va mucho más allá de las emociones pasajeras o la atracción física. El verdadero amor que va madurando con el tiempo se manifiesta en la entrega, el respeto y el cuidado por el otro. Es importante que los adolescentes comprendan que el amor tiene distintas etapas y, con el tiempo, podrán vivirlas todas alcanzando una plenitud verdadera:
- Amor de amistad (filía): Un amor que surge en la familia y en las amistades sinceras, que busca el bien mutuo y es leal.
- Amor en el matrimonio (eros): El amor romántico, que está llamado a ser purificado y orientado hacia el verdadero bien de la persona y no solo hacia la satisfacción personal.
- Amor de caridad (ágape): El amor más alto, que implica sacrificio, entrega y buscar el bien del otro, incluso si eso implica renunciar a los propios intereses.
La amistad verdadera: un don que nos acerca a Dios
El libro de Génesis nos narra como Adán se sentía solo, a pesar de estar rodeado de la maravillosa creación de Dios sobre la que tenía dominio, pero desde el instante en que Eva fue creada, la reconoce como su compañera. Los seres humanos somos sociales y necesitamos de la amistad, que es también un don de Dios que nos ayuda a crecer y caminar juntos en la vida.
Estas relaciones son tan esenciales a la vida del hombre, que la Biblia recoge historias de amistad tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, encontrando en Cristo y sus apóstoles el máximo ejemplo, pues les dice: «Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer» (Jn 15,15). Este versículo refleja la profunda conexión entre ellos.
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Las historias de San Francisco de Asís y Santa Clara, San Ignacio de Loyola y Francisco Javier, por dar algunos ejemplos, nos demuestran que ser santo es recorrer el camino al cielo de la mano de amigos. Estas relaciones están basadas en una profunda conexión espiritual, el deseo de caminar hacia Dios juntos y el apoyo en los momentos de dificultad. San Juan Bosco decía: «El verdadero amigo te corrige con amor, te ayuda con discreción y siempre está a tu lado en las dificultades».
Un riesgo real en la adolescencia es dejar las relaciones de amistad a nivel superficial o cultivarlas por las razones equivocadas, como el interés o la popularidad, lo que las convierte en dañinas. En cambio, las relaciones desinteresadas y sinceras construyen bases sólidas para la convivencia y refuerzan la autoestima y el autoconcepto de manera positiva.
El noviazgo adolescente: tiempo de aprendizaje y crecimiento
En esta etapa también es normal encontrarnos con amistades especiales que pueden convertirse en noviazgos, como parte natural del crecimiento, pero es esencial que se comprenda que no deben ser una experiencia centrada en la satisfacción emocional inmediata, sino en el respeto mutuo, el aprendizaje y el discernimiento.
Las hormonas «están intensas» y las emociones también, así que trabajar en la voluntad, la paciencia y la comunicación sincera les ayudará a ir reconociendo durante la experiencia el tipo de relación que se quiere vivir a futuro. Apoyarlos en tomar decisiones inteligentes para respetarse, no ponerse en riesgo, ni sentirse presionados por hacer cosas que no son propias de su edad, les ayudará a ir forjando una idea sana de lo que es el noviazgo, cuidando el don de su sexualidad hasta el matrimonio.
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La amistad con Cristo: el modelo de toda relación
Para un adolescente católico, la amistad más importante con la que puede contar es la de Cristo, pues el ejemplo de Jesús nos enseña a amar de manera desinteresada y generosa. Incluso en las relaciones de amor y amistad que el adolescente encuentre en su vida, su relación personal con Cristo debe ser el centro y enseñarle a cultivarla a través de distintos medios como la oración, la vivencia de los sacramentos y la lectura del Evangelio es uno de los regalos más grandes que podemos darle.
Cuando un joven aprende a amar a Cristo, su manera de amar a los demás se transforma.
(Foto de portada: Flickr Regnum Christi México)