Del 5 al 22 de diciembre, Margarita Estrada junto con Carola Grove, consagradas del Regnum Christi, fueron con un grupo de 14 jóvenes del Regnum Christi de México, profesionistas y universitarios, a un lugar muy especial: Calcuta. Llegando allá, se sumaron a otros grupos de voluntarios provenientes de España, Francia y Australia. ¿El objetivo? Servir junto con las Misioneras de la Caridad a las personas más olvidadas y excluidas. Pero ¿por qué ir hasta allá? ¿Valen la pena las incomodidades? ¿No podemos simplemente ser católicos sin ser misioneros?
Margarita, ¿qué hay en las misiones que te impulsan a irte muy lejos?
Yo nunca pensé que iba a terminar en la India ahí donde la Madre Teresa comenzó su obra. Calcuta está muy lejos y sí, fue un viaje largo, desde México son dos días de viaje. Sí me llegué a hacer la pregunta: «¿qué estoy haciendo en Calcuta? Señor ¿qué quieres de mí en estas misiones?». Y la respuesta era muy sencilla: que nuestra presencia – iba con un grupo de jóvenes – sea testimonio de alegría en el lugar más pobre. Simplemente fue eso.
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¿Cómo te ayudan las misiones a encontrarte con Dios?
Uno piensa que va a una misión para dar, para entregarse; pero al final del día uno regresa cargado de amor, de experiencias. Una misión es como un tiempo de voluntariado, de entrega. Te levantas muy temprano, a las cinco de la mañana para empezar a trabajar con las Misioneras de la Caridad y, como te decía, uno piensa que va a hacer cosas heroicas: «voy a entregarme», «voy a ayudar», «voy a limpiar y dar de comer». Y, al terminar, te das cuenta de que recibes más de lo que das. Eso son las misiones. Yo sí animaría a que hagamos esa experiencia una vez en la vida de salir de nuestra zona de confort, salir de nuestra casa y hacer una misión. Ciertamente no tienes que ir hasta la India, lo puedes hacer con la gente de tu alrededor, vivir en clave de misión, de evangelización. Hacerlo en la India tiene un sello muy especial. Y eso es una experiencia de Dios.
¿Podemos ser católicos y no misioneros?
La pregunta me remonta a la vocación y llamado que tenemos desde nuestro bautismo. Nosotros hemos sido llamados a ser testigos de nuestra fe. Hemos sido llamados a ser mensajeros. Entonces, yo creo que todos, por vocación, y por vocación bautismal, tenemos un llamado que a veces lo olvidamos y hay que desempolvarlo. En estas misiones me encontré con muchos voluntarios jóvenes y me decían: «¡qué bueno que lo hice!», «¡valió la pena hacerlo!». Era nuestro lema: «¡Valió la pena hacerlo!». Como católico siempre es muy bueno tomar en serio ese compromiso bautismal de ser apóstoles, de ser testigos y de ser profetas. Así es que, sí, ¡va con el paquete!
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¿Cómo te preparas para las misiones? ¿Y luego, cómo vuelves de las misiones?
Yo fui con un grupo de universitarios de México y sí, tuvimos una preparación antes de llegar a Calcuta. Incluso preparación geográfica, saber dónde se encuentra Calcuta, cuál es la población, conocer la situación política, cuál es la religión: el 80 % son hinduistas, entonces estamos hablando de un porcentaje mínimo de católicos, el 2 % en el país de la India. Todo eso te ayuda a no llegar «en blanco». También tuvimos una preparación en la oración, meditaciones que nos ayudaban a disponer el corazón. Y estando allí necesitas mucho, mucho de Dios. Comenzábamos nuestra jornada en oración, con Misa y recibiendo la Eucaristía, tiempos de adoración. Y cuando uno vuelve no regresa igual. Regresas con el corazón lleno de experiencias y con un gran deseo de seguir siendo misionero en tu entorno: en la universidad, en el trabajo, con tu familia y queriendo tener esos hábitos de ofrecer cada mañana el día al Señor, así como lo hicimos en las misiones, de continuar siendo ese reflejo de amor con las personas que tenemos a nuestro lado. O sea que la misión perdura, no se queda en Calcuta. ¡Haz de tu vida una Calcuta!
El mundo actual busca comodidades por encima de todo, ¿vale la pena salir de uno mismo para darse a los demás?
¡Totalmente! Fue un viaje incómodo, todos lo decíamos. Llegar a donde teníamos que dormir, que no era precisamente un hotel de cinco estrellas, las circunstancias donde nos estábamos quedando, todo el ambiente no evocaba comodidad, cosa que hoy en día es a lo que estamos acostumbrados, tristemente. Estamos en una cultura que nos invita siempre a estar cómodos y no estuvimos en un lugar cómodo. Detalles tales como entrar a un lugar y teníamos que pasar y saltar por donde estaba una ratita, llegar a un lugar que no estaba del todo limpio y decir: «Estoy dejando comodidades como mi cama cómoda, un baño limpio, una comida deliciosa, lo estoy dejando por otra cosa que me está alimentando el alma». ¡Y claro que vale la pena salir de esa zona de confort! Vivir incómodos para poder transmitir el amor de Dios. ¡Totalmente recomendable!
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¿Qué le dirías a alguien que piensa y piensa, pero no se anima a ir a las misiones?
¡Hay que ser valientes para poder hacer esto! Ahora que he compartido esta experiencia en mis redes sociales han sido muchas las personas que se han acercado y me han dicho: «¡Anótame para la siguiente misión!», «¡quiero ir!». Y me llama la atención que, siendo algo tan incómodo, algo que quizá no te atrae, muchas personas tienen en el corazón ese deseo de hacer algo por los demás. Entonces, yo les diría que no callen esa llamada, no traten de taparla o de salir corriendo de esa invitación que hace el Señor, porque es Él quien te invita a ser reflejo de su amor. Así que, si sientes esa inquietud no dudes en decirle que sí y hacer la prueba.
A Margarita Estrada la puedes seguir de manera especial en su red social “Con M de María” donde más de 200 mil seguidores ven mensajes, oraciones y videos.