¿Te irías a ayudar a los afectados en mitad de una guerra? ¿Cómo es vivir una guerra acompañando humanitariamente en la Franja de Gaza? ¿Por qué ir hasta allá para ayudar en medio del conflicto? Estas preguntas son el punto de partida de una historia real, vivida con fe, convicción y entrega sin límites. María José Alexander lleva un año y medio en Gaza, en medio de bombardeos, evacuaciones y una crisis que desafía los límites de la esperanza. Su testimonio no solo revela el rostro humano de la guerra, sino también el poder transformador de la fe en contextos extremos.
María José Alexander es laica del Regnum Christi de México, y trabaja en acciones de respuesta humanitaria en la franja de Gaza desde hace un año y medio. Conoció el Regnum Christi desde niña en NET y siempre estuvo muy comprometida en el ECYD hasta que llegó a la sección de Guadalajara, en México. Ahora trabaja en la franja de Gaza y en Ucrania brindando asistencia a las personas afectadas por la guerra.
¿Por qué empezaste a trabajar en Gaza?
Desde pequeña me he sentido llamada a lo social. Trabajo desde hace 8 años en la respuesta humanitaria y ahora llevo un año y medio en la respuesta de Gaza. A veces siento que lo que hago se ve como algo muy extraordinario, pero cada persona puede cambiar el mundo realmente con sus pequeños actos de amor. Todos estamos llamados a poner nuestros talentos al servicio de Dios. No creo estar cambiando el mundo más que una madre de familia, por ejemplo. Cada uno cambia el mundo donde se siente llamado. Yo veo que me llama a estar en este tipo de situaciones, ¡y aquí estoy, Señor, porque me has llamado!
¿Cómo vives estos momentos en Gaza?
Es una situación que te rompe; es muy difícil ver lo que está pasando y seguir creyendo en la humanidad. Pero creo. Mi fe es un pilar impresionante, no solamente en esta respuesta, en toda mi vida profesional.
También vivo rodeada de grandes regalos. Estoy muy agradecida de haber conocido al P. Gabriel Romanelli, el párroco de la única parroquia de Gaza, la Sagrada Familia. Él conoce muy bien a las Consecrated Women of Regnum Christi. A través de ellas pude entrar en contacto con él y meter en Gaza pan y vino para consagrar. Estoy en un lugar donde muchas veces no tengo acceso a misa o a la vida espiritual, y gracias a este sacerdote estoy en contacto no solamente con mi parte católica, sino también con mi parte como miembro del Regnum Christi. Es un encuentro de carismas muy práctico y muy espiritual.

¿La Iglesia está respondiendo a la situación en Gaza?
La Iglesia siempre está presente en las emergencias humanitarias. Es algo muy esperanzador porque hay gente que vive su fe de manera tangible y práctica. La Iglesia siempre es de los primeros en responder. A través de Caritas o de cualquier otra organización católica, y sobre todo, en la respuesta de Gaza, el rol que tiene la Iglesia es indispensable e impresionante, porque está sirviendo como un refugio.
Ahora hay más de 500 personas hospedadas en la iglesia, muchos de ellos son ancianos y niños. Es impresionante cómo en medio de las bombas siguen teniendo actividades para los niños, siguen cuidando a los enfermos… Actualmente hay órdenes de evacuación por parte del ejército israelí, para evacuar la ciudad de Gaza, y su respuesta siempre fue: «No, nos quedamos porque si nos vamos, esto es una sentencia de muerte para la gente más vulnerable». Es una respuesta ejemplar, de quedarse en la vocación a pesar de cualquier circunstancia y hasta la muerte. Ser testigo de eso ha sido una gran bendición.
También he visto cómo ha actuado la gracia de Dios en ellos. Sufrieron un ataque en la iglesia, y el P. Gabriel me decía: «Es impresionante cómo esta gente no tiene rencor, sino que perdona, lo único que quieren es paz, lo único que quieren es vivir». Eso es por Cristo, es por la gracia de Dios. Y esto se ve en los cristianos. Aquí la mayoría son católicos, pero hay muchos ortodoxos u otras denominaciones, y aún así comparten la misa, comparten todo el día, están en presencia de Dios… Es impresionante ver lo que Dios hace en sus corazones: pone el deseo de paz muy fuerte.

¿Cómo vives tu fe en tiempos de conflicto ahí? ¿Qué enseñanzas nos puede dar esta experiencia?
Yo veo que la fe de los cristianos es sumamente fuerte, y la esperanza es lo que los mantiene vivos. No solo a los cristianos, también a los gazatíes en general. Siempre hay esperanza en un alto al fuego. Muchas veces ellos son los que nos dan esta fortaleza de seguir esperando a que algo bueno tenga que pasar. También los musulmanes, ellos son muy creyentes en la voluntad de Dios y esto es una enseñanza grande para todos.
Lo que más me ha impresionado es cómo Dios puede actuar en el corazón de las personas y puede generar capacidad de amar y de perdonar aún en medio de una guerra.
Mi fe es el pilar de mi vida. Yo no sé cómo hacen otras personas que trabajan en ayuda humanitaria y no tienen fe, porque yo estoy aquí porque Dios me ayuda y porque creo firmemente que si el mundo sigue existiendo es porque algo bueno tiene que sacar de todo esto. Aunque estoy en contacto todos los días con mucha tragedia humana, también veo mucha bondad. Estoy con voluntarios, trabajadores humanitarios, el P. Gabriel… Gente que entrega su vida entera.
Nosotros, que no vivimos en esta situación, ¿qué podemos aprender de esto?
Una de las cosas más desesperantes de esta guerra es darnos cuenta de que nuestro sistema internacional está roto. Realmente, aunque existen mecanismos de derechos humanos o internacionales para proteger ciertos aspectos de la humanidad, no hemos visto cómo están funcionando en esta crisis. Por eso es muy importante ser agentes de paz, de no convertirse en aquello que estamos odiando, no odiar más, porque si no, nos estamos convirtiendo en parte del problema.

Nunca antes ha habido tanta información, tanto acceso a la información, y estamos viendo en vivo y en directo una guerra genocida. No podemos ser indiferentes. He visto mucha división en esta guerra, mucha gente de un lado y del otro, y escuchar la otra parte y salir de uno mismo para cuestionarse la posibilidad de estar equivocado es luchar realmente.
Animo a la gente a informarse de verdad, a hablar del tema, exigir la paz, a donar a organizaciones que están respondiendo y a no ser indiferentes. Y, por supuesto, a seguir rezando.


