Regnum Christi Internacional

«Puse mi vocación en manos de la Virgen»: la historia de una consagrada que sigue diciendo “sí” donde Dios la envía

Estas historias reflejan por qué María Ester valora tanto los apostolados para niños, adolescentes y jóvenes, y por qué ha participado en Club NET, FORZZA, ECYD y Juventud y Familia Misionera.
«Puse mi vocación en manos de la Virgen» - María Esther

¿Cómo llega una pequeña a tomar en serio una frase sobre la vocación y convertirla, años más tarde, en un estilo de vida? ¿Qué pasa por la mente de una joven que estudia en colegios Regnum Christi para decidir consagrarse a Dios? La historia de María Esther Muñoz tiene un punto de partida muy claro: un gesto sencillo ante la Virgen y una familia donde la fe estaba presente de forma natural.

María Esther Muñoz nació en Aguascalientes, México, y desde el inicio su entorno fue clave: el amor a su familia, a sus papás y a sus hermanos. Tiene una hermana que trabaja en el Colegio Mano Amiga de Aguascalientes y un hermano que es sacerdote con los Legionarios de Cristo, el P. José Fernando Muñoz, L.C. Ese contexto familiar hizo que hablar de vocación, de Iglesia y de servicio no fuera algo extraño, sino algo cotidiano.

«Puse mi vocación en manos de la Virgen» - María Esther
María Esther Muñoz con su tío, el P. Emilio Díaz Torre, L.C. (Crédito de la imagen: María Esther Muñoz)

Una escena que marcó su vocación

El origen de su inquietud vocacional está muy definido en su memoria. Cuando tenía ocho años, conoció a su tío sacerdote, el P. Emilio Díaz Torre, L.C. Él estaba rezando ante la Virgen de la Pietà y ella se arrodilló junto a él. Entonces él le dijo: «pon en manos de la Virgen tu vocación». Ahí — dice ella — comenzó todo. No fue una idea abstracta, sino una escena concreta: una niña, un sacerdote de su familia, una imagen de la Virgen y una frase que se convirtió en guía.

Su paso por un colegio Regnum Christi permitió que aquella semilla no se quedara en un recuerdo. Formó parte de MAC (Mejores Amigas de Cristo) y del ECYD. Le gustaban especialmente las misiones. En ese periodo conoció a las jóvenes del Centro Estudiantil, cuya alegría y amor a Jesús la impresionaron. Esa experiencia la llevó a considerar la posibilidad de una vida consagrada.

Estuvo dos años en el entonces Centro Estudiantil de Monterrey y, al terminar la preparatoria, decidió dar el paso de consagrarse a Dios. Recuerda que este paso no lo dio de forma improvisada, sino tras un proceso en el que fue percibiendo, poco a poco, que Dios la llamaba para consagrarse a Él. María Ester cuenta que, a la mitad de su segundo año, experimentó el llamado de Dios a «saciar su sed» y que eso la llevó a vivir con un «corazón misionero», abierto a ir donde fuera necesario. Esa disponibilidad marcaría en adelante su camino.

Desde entonces, su vocación ha permanecido vinculada a aquella primera invitación de su tío y a la confianza depositada en la Virgen. No fue un momento aislado de su infancia, sino una decisión que fue madurando y que ella, conscientemente, ha ido renovando.

«Puse mi vocación en manos de la Virgen» - María Esther
María Esther con su familia. Su hermano es el P. José Fernando Muñoz, L.C. (Crédito de la imagen: María Esther Muñoz)

Discernir con el Espíritu Santo: cuando la paz marca el camino

María Ester reconoce que para llegar a donde está hoy como consagrada tuvo que pasar por un proceso de discernimiento. Para ella, estar a la escucha del Espíritu Santo es fundamental: «para ser su instrumento, para saber lo que hay que hacer, no hacer o dejar de hacer». No se trata solo de elegir una vez, sino de mantenerse disponible.

También admite que no todos los momentos son iguales. «Hay momentos más fáciles para discernir y otros momentos que requieren un discernimiento más a fondo», explica. Pero en medio de todas las opciones hay un elemento que, para ella, es decisivo: la paz. Esa paz — dice — es la que confirma que «es por aquí», aunque el camino traiga desafíos, temores o, como ella misma lo expresa con sencillez, «el frío en la barriga» al empezar una nueva misión.

En ese proceso no estuvo sola. Tuvo muchos momentos de oración y de acompañamiento con sus directoras, con su director espiritual y con otras personas cercanas. La oración era, y sigue siendo, el espacio donde escucha la invitación de Jesús a «lanzar las redes» y a mirarlo a Él, con la certeza de que «Él dará el fruto». Esa mirada a Cristo le permite mantener su discernimiento como una experiencia viva, no como una decisión cerrada en el pasado.

María Ester se define como alguien que busca confiar: cuando Dios pide algo, aunque cueste, confía en que Él continuará cuidando de lo que ella estaba cuidando. Esa actitud le da serenidad cuando debe entregar o cambiar de misión. Y cuando el camino no es tan claro, vuelve a la oración y al diálogo con las personas que la conocen y la acompañan, para confirmar si es el momento o el lugar adecuados.

«Puse mi vocación en manos de la Virgen» - María Esther
María Esther con un grupo del ECYD en la peregrinación jubilar a Roma. (Crédito de la imagen: María Esther Muñoz)

La misión en los colegios: presencia que acompaña

Una parte destacada de su vida consagrada ha sido su trabajo en los colegios. Para ella, trabajar allí «es llevar a los pasillos del colegio a una consagrada del Regnum Christi». No lo vive como una función administrativa o académica, sino como una presencia cotidiana. Su objetivo es «llevar la luz de Jesús a las personas con las que me encuentro»: padres, alumnos, profesores o personal del colegio.

Su manera de acompañar se resume en tres palabras: «escuchar, rezar y acompañar». Implica estar disponible para una madre que busca orientación, para un alumno con dudas, para un profesor que quiere mejorar su modo de enseñar o para quien simplemente necesita ser escuchado. Así concreta su consagración: estando donde están las familias, los niños y los jóvenes.

Parte de su misión consiste también en animar a los alumnos a aprender a escuchar a Dios y a discernir qué puede estar pidiéndoles para su vida. ¿Cómo lo hace? «A través de la oración y del encuentro con Jesús Eucaristía», responde. Y con una pregunta sencilla pero directa: «¿qué haría Jesús en mi lugar?». Esa pregunta no busca una fórmula, sino abrir un espacio interior para decidir con sentido.

Además, los invita a que no teman preguntarle a Jesús «qué quiere de su vida». No se trata de ofrecerles respuestas hechas, sino de acompañarlos en el diálogo con Dios y ayudarlos a descubrir que cada persona tiene un camino propio. Esto cobra especial relevancia en ambientes escolares donde los jóvenes están también decidiendo su futuro.

«Puse mi vocación en manos de la Virgen» - María Esther
Para María Esther, «escuchar, rezar y acompañar» son las tres palabras que acompañan siempre su misión. (Crédito de la imagen: María Esther Muñoz)

Pequeños gestos, frutos que transforman

Entre las experiencias que más la han marcado hay dos que muestran la fuerza de la fe sencilla. Recuerda el caso de una niña de sexto de primaria cuya mamá participaba activamente en un grupo de la Iglesia llamado Shalom, muy presente en Brasil. La niña vivía su propio proceso de búsqueda y participaba en actividades de ese grupo, además de involucrarse en el ECYD. A través de la oración y de su experiencia de fe, fue encontrando la manera de crecer en su relación con Jesús y decidió hacerlo junto con sus amigas, en un ambiente donde podía vivir con alegría su fe.

Otra experiencia que comparte es la de un niño de kínder que un día le preguntó a su papá qué era la catequesis. El padre le explicó y le confesó que él no había hecho la primera comunión por una situación personal. Esa pregunta sencilla lo llevó a reflexionar y a comenzar la catequesis de adultos para recibir la confirmación y la primera comunión. La inquietud espontánea de su hijo abrió un proceso de fe en toda la familia.

Estas dos historias reflejan por qué María Ester valora tanto los apostolados para niños, adolescentes y jóvenes, y por qué ha participado en Club NET, FORZZA, ECYD y Juventud y Familia Misionera. En esos espacios ha visto cómo los niños y jóvenes, cuando se les acompaña en el discernimiento, son capaces de crecer en su fe e incluso inspirar a sus familias.

«Puse mi vocación en manos de la Virgen» - María Esther
Parte de su misión consiste en animar a los alumnos a aprender a escuchar a Dios y a discernir qué puede estar pidiéndoles para su vida. (Crédito de la imagen: María Esther Muñoz)

En el Everest de Curitiba, contin con la misma disposición con la que comenzó: una vocación puesta en manos de la Virgen, una vida abierta a las misiones que se le encomiendan y un modo de acompañar directo y centrado en Jesús. Su recorrido permite conocer de cerca una experiencia de consagración que se expresa sobre todo en la cercanía y en el trabajo diario.

Un poco más sobre María Esther

Su educación estuvo muy vinculada al Regnum Christi. Estudió en el Cumbres International School y después en el entonces Centro Estudiantil de las Consecrated Women of Regnum Christi en Monterrey. Más adelante, ya en el camino de la vida consagrada, su formación se realizó en los centros de Rhode Island (Estados Unidos) y Monterrey (México). Todo ese recorrido fue configurando en ella una mirada apostólica y misionera.

Con el tiempo, su servicio se volvió itinerante y la llevó a distintas ciudades y países. En México colaboró pastoralmente en el ECYD de Torreón y de Piedras Negras, además de trabajar en el Cumbres International School Saltillo. Más adelante, su camino la llevó a Venezuela, donde formó parte del equipo del Instituto Andes Caracas. Después continuó en Brasil, primero en el Colegio Everest Brasilia y luego en el Colegio Everest Curitiba. En cada uno de estos lugares ha apoyado también los apostolados del Club NET, FORZZA, ECYD y Juventud y Familia Misionera. Su labor ha consistido en acompañar procesos y en generar espacios donde niños, adolescentes y familias puedan acercarse a Cristo.

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