En el Año Jubilar de la Esperanza y coincidiendo con las fechas del Jubileo de los Adolescentes en Roma, un grupo de Colaboradores del Regnum Christi vivió un momento extraordinario de comunión y fraternidad internacional. Procedentes de distintos países, se reunieron unos días del mes de mayo para compartir experiencias, fortalecer su vocación y descubrir —en sus propias palabras y desde sus vivencias concretas— lo que significa ser enviados por Cristo, resaltando la riqueza espiritual de esta experiencia única y el valor de una vida entregada por un año completo a la misión.
Un encuentro en la Ciudad Eterna
Cristian, desde Atlanta, pero en misión como colaborador en Luisiana, resume el corazón de la experiencia de estos días: «No es fácil ver misioneros de otras partes del mundo. Compartir con ellos me ha enseñado mucho». Para él, convivir con colaboradores que han dejado no solo sus hogares, sino también sus idiomas y culturas para responder a la llamada de Cristo, ha sido profundamente revelador. Lo que en Estados Unidos suele vivirse dentro de una misma cultura, en otros países se transforma en un “salir” para encontrar un modo nuevo de vida espiritual y cultural. Esa entrega, dice, merece admiración y revela una fe que se renueva al ponerse a prueba.
Henry Grzeski, originario de Alemania y actualmente colaborador en Madrid, ofrece se reflexión de lo que significa este llamado: «Ser colaborador es ser misionero», dice. Su vida diaria está marcada por la oración, la Eucaristía, los retiros y la cercanía constante a los apostolados. El año de colaborador lo define como «un retiro gigante» donde la dificultad no está en el esfuerzo externo, sino en vivir una entrega profunda como parte de la cotidianidad. Para él, este año ha sido clave no solo para conocer más a Cristo, sino para descubrirse a sí mismo.

Maura Henkel que comenzó su año en Chile y lo concluye en Atlanta, subraya el impacto cultural del encuentro. «Todos somos misioneros, pero es distinto según las culturas y los países». Ella creció en el ECYD y en una familia que ya era del Regnum Christi, siempre rodeada de colaboradoras cuyo testimonio la marcó desde pequeña. Hoy, vivir lo que ellas vivieron, y descubrir cómo se vive el carisma en otras partes del mundo, le ha dado una nueva perspectiva y una identidad más profunda como misionera.
Familia que trasciende culturas
Edoardo, desde Brasilia y actualmente en misión en Palermo, Italia, vivió su llamado en medio de decisiones sobre su futuro académico. Fue su director espiritual quien lo ayudó a discernir este paso. Su año como colaborador ha sido, dice, una inmersión total en una nueva cultura, un nuevo idioma, y un apostolado donde ha aprendido a ser «Jesús para el prójimo». Destaca el valor de estos encuentros internacionales por la oportunidad que brindan para aprender de otras realidades: «En Brasil es diferente a Italia, pero en el fondo somos una familia». Esa unidad en la diversidad le ha ampliado la mirada sobre el Regnum Christi y sobre su papel dentro de él.
Lucrecia, de El Salvador y actualmente como colaboradora en el ECYD de Roma, subraya lo esencial de esta comunidad internacional. Para ella, este encuentro ha sido un espacio de aprendizaje mutuo, donde compartir tanto las alegrías como las dificultades fortalece el espíritu. «Es un año en el que recibimos muchas bendiciones de Jesús», afirma, y poder compartir esas bendiciones con otras colaboradoras en un ambiente de confianza y crecimiento ha sido un verdadero regalo.

Lú Pérez, consagrada y responsable del programa de colaboradoras en Norteamérica, explica el corazón detrás de este encuentro: «Lo más importante era que profundizaran en lo que ha sido su encuentro con Jesucristo». Ella ve este año como una aventura transformadora, en la que los colaboradores no solo se encuentran con Cristo, sino que aprenden a compartirlo, a vivir su amor a tiempo completo y a regresar con un corazón dispuesto a seguir dando.
Carisma que transforma vidas
El H. Daniel, legionario de Cristo chileno que hoy vive en Roma y fue colaborador en 2014, ese año como colaborador fue determinante para discernir su vocación. «Fue un año donde Dios me consintió mucho», recuerda. Aquella etapa le dejó una relación íntima con Cristo que aún hoy marca su vida rumbo al sacerdocio. Y al ver a las nuevas generaciones de colaboradores, se llena de esperanza: «Los veo con un entusiasmo y una confianza en el Señor que es admirable». Destaca cómo estos jóvenes, después de su año de misión, llevan el Evangelio a sus universidades, familias y amistades, haciendo de su experiencia una especie de misión permanente.
Ser colaborador en el Regnum Christi no es simplemente un año de voluntariado. Es seguir una vocación para dar un año a Dios, un tiempo de formación espiritual, humana y apostólica que puede transformar los corazones y encender nuevas luces allí donde son enviados. Y encuentros como éste en Roma, en el Año Jubilar, son recordatorios vivos de que esta misión, aunque personal, nunca es solitaria sino comunitaria.

Las distintas vocaciones del Regnum Christi ven en los colaboradores un rostro joven, valiente y profundamente entregado. En cada rincón del mundo donde estos jóvenes sirven, su presencia es una invitación a mirar a Cristo con nuevos ojos y a responder con generosidad. Y aunque sus caminos volverán a separarse tras este encuentro de Roma, las experiencias compartidas y la fe vivida los mantendrán unidos en la misión.
En tiempos donde muchos buscan certezas inmediatas, estos jóvenes han apostado por un camino distinto: el de la entrega, la fe, y el amor a Cristo. Y en ese paso generoso, han encontrado no solo respuestas, sino una comunidad y una misión que les ha marcado la vida.