La indulgencia plenaria es una gracia especial, concedida por el Santo Padre a los católicos de todo el mundo, en situaciones particulares y bajo condiciones específicas. Se llama indulgencia plenaria porque suprime plenamente la pena que se debe pagar por los pecados cometidos y confesados hasta ese momento.
La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1471).
Para nosotros los católicos, con el deseo de alcanzar esta gracia, la indulgencia plenaria hace que la caridad se encienda, el espíritu de oración se consolide, se robustezca consecuentemente el vínculo jerárquico y piadoso con el Vicario de Cristo y, por ello, el celo apostólico se aumente y traduzca en obras para cooperar en la llegada del Reino de Cristo en todo el mundo de manera plena.
A toda la familia Regnum Christi, y en sus distintas vocaciones, se le ha concedido por mandato del Sumo Pontífice, la indulgencia plenaria con las habituales condiciones: tener la disposición interior de un desapego total del pecado; la confesión sacramental (20 días antes o 20 días después); la comunión eucarística y la oración por las intenciones del Papa.
Se puede obtener la indulgencia plenaria en el día de la solemnidad litúrgica de Cristo Rey del Universo.
Otros momentos en los que los miembros del Regnum Christi pueden obtener la indulgencia plenaria son: en la memoria litúrgica de la Virgen de los Dolores, ante el Santísimo Sacramento o delante de una imagen de la Virgen Dolorosa, cuando hayan recitado piadosamente la profesión de fe y la oración dominical. En el día de su asociación al Regnum Christi, cuando emitan la promesa, por lo menos privada, de observar fielmente sus Estatutos. Tras concluir los ejercicios espirituales anuales o triduos en los que renueven esta misma promesa.
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