H. Santiago García Huerdo, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, gracias por amarme tanto. Gracias por la paciencia que me tienes. Gracias porque te la pasas haciéndome ver cuánto me amas con cada detalle del día. Te pido perdón porque a veces no lo sé apreciar y fortaleza para continuar mi camino hasta encontrarme contigo en el cielo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 11, 11-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: “Yo les aseguro que no ha surgido entre los hijos de una mujer ninguno más grande que Juan el Bautista. Sin embargo, el más pequeño en el Reino de los cielos, es todavía más grande que él.
Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los cielos exige esfuerzo, y los esforzados lo conquistarán. Porque todos los profetas y la ley profetizaron, hasta Juan; y si quieren creerlo, él es Elías, el que habrá de venir. El que tenga oídos que oiga”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Jesús se dirige al pueblo haciendo esta singular comparación. Cuando dice que el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que Juan, quiere decir que el Bautista, por más santo que haya sido, seguirá perteneciendo a un tiempo anterior a la instauración del Reino de Cristo.
Juan Bautista es el precursor de Cristo y, por esto, pertenece al tiempo de la promesa. Mientras que, con la llegada de Jesús, se instaura algo mucho más grande, que es su Reino (de paz, de justicia y de amor). Por tanto, quienes pertenecemos a ese Reino, por gracia de Dios, hemos recibido un don mucho mayor. Tan es así que, incluso, el más pequeño en este Reino, es más grande que Juan. Y eso ya es decir bastante.
Entendiendo lo anterior, mi corazón no puede sino saltar de alegría al pensar que Jesús me ha elegido para ser parte de ese proyecto, para ser parte de su Reino. ¡Qué detalle! Y no sólo eso, sino que al venir ha pensado en todo. Porque con la Eucaristía, el Rey ha llegado para quedarse. De hecho, la Eucaristía es prenda de que, aunque no en plenitud, el Reino ya está entre nosotros.
Pero, más allá de las reflexiones hechas anteriormente, lo que realmente me cuestiono es que objetivamente, ¿qué sentido tiene la llegada de un Rey si no siempre puede reinar en mi corazón?, ¿qué sentido tiene que haya un Reino si no se instaura formalmente en mi vida?, ¿qué sentido tiene que Cristo me haya dado ese don tan grande, si no lo sé apreciar? Y, por último, ¿qué sentido tiene que su Reino esté de alguna forma presente en la Eucaristía, si no le visito constantemente?
Así que, en este día te invito a llevar a tu oración estas reflexiones. Preferentemente, frente a Jesús Eucaristía. Y ya que estés ahí, no te olvides de elevar también, oraciones por las vocaciones.
«La Jornada mundial de oración por las vocaciones. La existencia cristiana es siempre una respuesta a la llamada de Dios, en cualquier estado de vida. Esta Jornada nos recuerda lo que Jesús dijo un día, que el campo del Reino de Dios requiere mucho trabajo, y debemos rezar al Padre para que envíe obreros a trabajar en su campo (cf. Mateo 9, 37-38). El sacerdocio y la vida consagrada requieren coraje y perseverancia; y sin la oración no se puede seguir en este camino. Invito a todos a invocar del Señor el don de buenos trabajadores para su Reino, con el corazón y las manos abiertas a su amor.»
(Regina caeli de S.S. Francisco, 3 de mayo de 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
En un rato de oración revisaré si realmente Dios reina en mi corazón y quitaré todo aquello que lo impida.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.