Santiago García Huerdo, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, gracias por este día. Gracias por tu palabra y por tus enseñanzas. Haz que tu presencia en mi vida no me sea indiferente nunca. Ayúdame a pedir por los demás, por los que más lo necesitan.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 7, 24-30
En aquel tiempo, Jesús fue a la región de Tiro. Se alojó en una casa, procurando pasar desapercibido, pero no lo consiguió; una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró en seguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies. La mujer era griega, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija. Él le dijo: “Deja que coman primero los hijos. No está bien echarles a los perros el pan de los hijos”. Pero ella replicó: “Tienes razón, Señor; pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños”. Él le contestó: “Anda, vete, que, por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija”. Al llegar a su casa, se encontró a la niña echada en la cama; el demonio se había marchado.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El Señor en esta meditación nos regala tres puntos que creo que pueden servir para tu día a día. En primer lugar, el Señor nunca pasa desapercibido. Lo que quiere decir que siempre que se hace presente, algo sucede. La presencia de Jesús no deja a nadie indiferente y causa muchísimas reacciones. Es importante tener nuestro corazón bien dispuesto para que las reacciones que cause siempre sean positivas porque al estar heridos por el pecado, muchas veces la presencia de Jesús puede causar incomodidad, pues a nadie nos gusta que nos digan que estamos haciendo mal o que no estamos dando la talla.
Por otro lado, el Señor nos muestra que hay dos cosas que el demonio verdaderamente no soporta. Por un lado, la humildad, como la de esta mujer que con esa hermosa actitud, le arranca una gracia a Cristo; y por otro, la oración de petición por alguien más. En este caso, era obvio que tendría que pedir por su hija, pero creo que la actitud de amor y de colaboración entre unos, al rezar, es lo que el demonio no tolera, porque le recuerda la dinámica de amor que vive la Santísima Trinidad. Le recuerda a Dios.
«Cuando el mal espíritu logra anestesiar la conciencia se puede hablar de su verdadera victoria: se convierte en el dueño de esa conciencia. Y de poco sirve decir como hacen algunos: “¡Esto sucede en todas partes! Todos tenemos problemas, todos somos pecadores”. Porque en ese “todos” está el “ninguno”. Todos, pero yo no… Y de ese modo se acaba viviendo esa mundanidad que es hija del mal espíritu». (S.S. Francisco, Homilía del 9 de octubre de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Rezaré por alguien que lo necesita y pediré a Dios que su presencia en mi vida no me sea indiferente.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.