Andrey Franco, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Mi Dios y Señor, te doy gracias por una oportunidad más de estar juntos. Dame, Señor, la gracia de experimentar tu amor, que cura y limpia todas mis heridas. Ayúdame, Señor, a ser dócil a tu amor y a tu acción en mi alma.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 1, 40-45
En aquel tiempo se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: “Si quieres, puedes limpiarme”. Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó diciendo: “Quiero: queda limpio”. La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio. Él lo despidió, encargándoles severamente: “No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés”. Pero cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
La liturgia de hoy nos presenta a un hombre que salió de su situación personal y fue al encuentro de Cristo. Para nosotros es un poco difícil entender lo que esto significó, por nuestra cultura de hoy en día, pero en los tiempos de Jesús, un leproso nunca podría aproximarse a las personas, y estar cerca de un leproso era exponerse a la impureza, lo que significaba no participar en el templo y en la sinagoga.
En este Evangelio me han interpelado muchísimo cuatro verbos. El primero es acercarse, en nuestra vida es crucial el acercamiento. Acercarse significa mucho más que la proximidad entre dos personas, se refiere también al hecho de que una persona salió de donde estaba, para ir hacia el encuentro de la otra persona. El leproso sale de su situación personal, reconoce su insuficiencia y pone su confianza en Cristo. El leproso le suplica, el grito, el pedido de la cura sale de la profundidad de su alma. No le resta nada, toda su esperanza está en Jesús. Y propone a Cristo: “si quieres”, el enfermo deja su pedido a la Santísima voluntad. Él cree que su cura vendrá solamente si él la merece. Lo que él no esperaba era que Jesucristo sentiría lástima por su situación. Sentir lástima en este momento es mucho más que una simple piedad, aquí es pura misericordia, compasión. Jesús sufre con él y conoce el camino del leproso hacia su petición de cura.
Cuántas veces no necesitamos una cura de una lepra o una enfermedad del cuerpo, pero del alma. Cuántas enfermedades están ahora mismo destruyendo nuestra relación con Dios, con Jesús. Vicios y pecados que van comiendo nuestra alma poco a poco como la lepra come la carne.
«Mientras la Ley prohibía tocar a los leprosos, Él se conmueve, extiende su mano y lo toca para curarlo. Alguno podría decir: ha pecado, ha hecho lo que la Ley prohíbe, es un transgresor. Es verdad, es un transgresor. No se limita a las palabras, sino que lo toca. Y tocar con amor significa establecer una relación, entrar en comunión, implicarse en la vida del otro hasta el punto de compartir incluso sus heridas. Con este gesto, Jesús muestra que Dios, que no es indiferente, no se mantiene a una “distancia seguridad”; es más, se acerca con compasión y toca nuestra vida para sanarla con ternura. Es el estilo de Dios: cercanía, compasión y ternura. La transgresión de Dios. Es un gran transgresor en este sentido.». (S.S. Francisco, Ángelus del 14 de febrero de 2021).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Preparar una buena confesión para limpiar mi corazón de toda enfermedad que tenga.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.