H. Álvaro J. García Cortés, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, te ofrezco este momento de oración. Ilumíname y dame tu amor, porque sabes que, sin tu luz, no puedo rezar. Y sin tu amor, mi amor es vacío. Aumenta mi fe, mi esperanza y mi caridad.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 1, 40-45
En aquel tiempo, se le acercó a Jesús un leproso para suplicarle de rodillas: “Si tú quieres, puedes curarme”. Jesús se compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: “¡Sí quiero: sana!” Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio.
Al despedirlo, Jesús le mandó con severidad: No se lo cuentes a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo prescrito por Moisés”.
Pero aquel hombre comenzó a divulgar tanto el hecho, que Jesús no podía ya entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares solitarios, a donde acudían a él de todas partes.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Quién es el justo capaz de mantenerse de pie delante de Dios? Cada uno tiene sus lepras, unas más pútridas, otras más livianas. ¿Quién podrá mantener la mirada fija en los ojos de nuestro Señor? Aquel que confía en su misericordia y lava sus heridas en la Sangre del Cordero.
Ojalá nunca perdamos esa sencillez y confianza de pedir perdón y volver a empezar. El Señor ama nuestra imperfección y nos hace destinatarios privilegiados de su misericordia. No se trata de amar nuestro pecado de por sí, sino sus consecuencias cuando nos dejamos limpiar por la gracia.
«Jesús, lávame si quieres». Puede que pensemos que nuestro Señor nos podría haber evitado el pecado y nos olvidamos de que Él tampoco lo quiere. Si bien lo ha permitido, nos ofrece la redención. Sólo espera que se lo pidamos, necesitados.
Reconozcamos nuestra lepra con humildad, y confiemos en que Dios nos quiere siempre, tanto cuando nos vamos como cuando volvemos. Él espera. Pidámosle que nos abra el corazón a la acción del Espíritu Santo y nos abra los ojos para reconocer su Amor, para reconocer nuestra valía y su sueño sobre nosotros.
«El leproso, con su oración sencilla y milagrosa, logró obtener la curación gracias a la compasión de Jesús, que nos ama incluso en el pecado. Él no se avergüenza de nosotros. “Oh padre, yo soy un pecador, ¿cómo iré a decir esto?” ¡Mejor! Porque Él vino precisamente por nosotros los pecadores, y cuanto más grande pecador tú eres, más cerca de ti está el Señor, porque vino por ti, el más grande pecador, por mí, el más grande pecador, por todos nosotros. Tengamos la costumbre de repetir esta oración, siempre: “Señor, si quieres, puedes”. Si quieres, puedes”, con la confianza de que el Señor está cerca de nosotros y su compasión tomará sobre sí nuestros problemas, nuestros pecados, nuestras enfermedades interiores, todo.»
(Homilía de S.S. Francisco, 16 de enero de 2020, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Haré un acto de gratitud al Señor y le pediré que me cure de todo aquello que me aparte de su amor.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.