H. Luis Alejandro Huesca Cantú, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
¡Señor Jesús! Me pongo en tu presencia en este día. Creo que estás verdaderamente presente aquí y especialmente en la Eucaristía. Permíteme entrar en tu corazón. Permíteme descubrir el amor que tienes por mí.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 5, 31-47
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Si yo diera testimonio de mí, mi testimonio no tendría valor; otro es el que da testimonio de mí y yo bien sé que ese testimonio que da de mí, es válido.
Ustedes enviaron mensajeros a Juan el Bautista y él dio testimonio de la verdad. No es que yo quiera apoyarme en el testimonio de un hombre. Si digo esto, es para que ustedes se salven. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y ustedes quisieron alegrarse un instante con su luz. Pero yo tengo un testimonio mejor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar y que son las que yo hago, dan testimonio de mí y me acreditan como enviado del Padre.
El Padre, que me envió, ha dado testimonio de mí. Ustedes nunca han escuchado su voz ni han visto su rostro, y su palabra no habita en ustedes, porque no le creen al que él ha enviado.
Ustedes estudian las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues bien, ellas son las que dan testimonio de mí. ¡Y ustedes no quieren venir a mí para tener vida! Yo no busco la gloria que viene de los hombres; es que los conozco y sé que el amor de Dios no está en ellos. Yo he venido en nombre de mi Padre y ustedes no me han recibido. Si otro viniera en nombre propio, a ése sí lo recibirían. ¿Cómo va a ser posible que crean ustedes, que aspiran a recibir gloria los unos de los otros y no buscan la gloria que sólo viene de Dios?
No piensen que yo los voy a acusar ante el Padre; ya hay alguien que los acusa: Moisés, en quien ustedes tienen su esperanza. Si creyeran en Moisés, me creerían a mí, porque él escribió acerca de mí. Pero, si no dan fe a sus escritos, ¿cómo darán fe a mis palabras?”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En una ocasión, en unas misiones urbanas, me encontré con una señora. Ella venía saliendo de trabajar de uno de los edificios cercanos. En una primera impresión, me pareció muy inteligente y de carácter fuerte. Y como todos los demás, tenía mucha prisa. Yo me encontraba en una esquina. Estaba a dos cuadras de una iglesia católica. Invitaba a muchos, pero pocos respondían. Sólo quería que hicieran una visita a Jesús en la Iglesia para encontrarse con Él y consolar su divino corazón. De repente, nos cruzamos. Sí, una señora holandesa, y yo, un simple seminarista de 25 años. La invité a visitar a Jesús. Me miró a los ojos y me dijo que cuando era niña, era católica. Había ido al catecismo en Holanda, pero luego, con el pasar de los años, se alejó de la Iglesia. Ella me miraba y unas lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas. Ella estaba en shock. Recordaba su pasado y su presente. Casi acepta la invitación. Al final, decidió no hacer la visita a la Iglesia.
Todavía rezo por aquella mujer, no recuerdo su nombre, pero recuerdo su rostro. De niña había recibido la semilla de la fe y en sus ojos podía ver que sólo le faltaba un pequeño SÍ, como el de María, para abrirse al amor de Dios. Casi lo daba, pero probablemente no era aún el momento. En el Evangelio de hoy, Jesús nos habla de la fe. Y la fe es el primer «sí» a Dios. Jesús nos da testimonio del Padre, pero solamente nos pide una cosa: un pequeño-gran salto de fe. Un salto de fe que nos llevará a escuchar su voz, a ver su rostro y a acoger su palabra. Un salto de fe que se traduce en un «sí» a Jesús. Y un sí a Jesús es un «sí al Padre.
En este momento de oración, pregúntale a Jesús: ¿A dónde me invitas el día de hoy? ¿Cuál es ese «sí» que quieres que te dé?
«Testimonio de Jesús. A este testimonio nos conduce el Espíritu Santo. Hoy el mundo sufre, está herido; vivimos en un mundo muy herido, que sufre, especialmente en los más pobres, que son descartados, cuando todas nuestras seguridades humanas han desaparecido, el mundo necesita que le demos a Jesús. Necesita nuestro testimonio del Evangelio, el Evangelio de Jesús. Ese testimonio solamente lo podemos dar con la fuerza del Espíritu Santo. Necesitamos que el Espíritu nos dé ojos nuevos, abra nuestra mente y nuestro corazón para enfrentar este momento y el futuro con la lección aprendida: somos una sola humanidad. No nos salvamos solos. Nadie se salva solo.»
(Video mensaje de S.S. Francisco, 30 de mayo de 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Renovar mi fe en Jesús, tratando de descubrir su rostro en las personas con las que me encuentro durante el día.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.