H. Julián Álvarez, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, dame la gracia de creer más en Ti; que esté convencido de tu poder sanador. Te pido que me concedas todas las gracias que necesito para cumplir tus sueños y que me convierta en medio para propagar tu mensaje de amor y paz. Sé que no soy el mejor, pero quiero ayudarte con todo mi corazón.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 3, 7-12
En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, seguido por una muchedumbre de galileos. Una gran multitud, procedente de Judea y Jerusalén, de Idumea y Transjordania y de la parte de Tiro y Sidón, habiendo tenido noticias de lo que Jesús hacía, se trasladó a donde él estaba.
Entonces rogó Jesús a sus discípulos que le consiguieran una barca para subir en ella, porque era tanta la multitud, que estaba a punto de aplastarlo.
En efecto, Jesús había curado a muchos, de manera que todos los que padecían algún mal, se le echaban encima para tocarlo. Cuando los poseídos por espíritus inmundos lo veían, se echaban a sus pies y gritaban: “Tú eres el Hijo de Dios”. Pero Jesús les prohibía que lo manifestaran.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El Evangelio te habla en tu situación personal, Dios te quiere decir algo con este pasaje evangélico. Puede ser algo relacionado con tu curación sea física como espiritual, o reconocer su grandeza en tu vida. Deja que el Señor te hable en lo más profundo de tu corazón, ábrele y verás ¡qué bueno es el Señor!
En este tiempo en que hemos estado recibiendo la comunión en la mano me vino a la mente la reflexión de que es increíble poder «tocar» a Dios con este gesto que realizamos. No me considero digno de tan gran honor, sé que mis pecados son muchos y, de hecho, me vienen a la mente cuando voy a comulgar. Me pregunto, ¿qué he hecho yo para merecer tan gran don? Dios se quiso hacer pequeño en la hostia para poder entrar en nuestra vida más fácilmente, pero al ser pequeño es vulnerable a muchos ataques. Este simple gesto que realizamos en la misa todos los días se me ha hecho una puerta para meditar en el poder que tiene la Eucaristía. Así como mucha gente estaba tratando de tocar a Jesús, hoy lo puedo hacer yo, pero ¿con cuánta fe lo hago? ¿De verdad creo que me puede sanar, que me puede dar vida?
Es un gran don porque no cualquiera puede recibir la comunión, y en estos tiempos difíciles no nos ha faltado este alimento de vida eterna. Siempre ha estado cerca. Es un signo de amor porque Cristo, siendo el Hijo de Dios, se donó por nuestra salvación aceptando todas las injurias por mí y por ti. Él anhela que le recibamos para que encuentre una casa donde reposar y seamos medios para comunicar su mensaje. Solo los que aman pueden cumplir los sueños del amado.
«La tercera gracia que recibe la gente es la del discernimiento. “La multitud se daba cuenta (a dónde se había ido Jesús) y lo seguía”. “Se admiraban de su doctrina, porque enseñaba con autoridad”. Cristo, la Palabra de Dios hecha carne, suscita en la gente este carisma del discernimiento; no ciertamente un discernimiento de especialistas en cuestiones disputadas. Cuando los fariseos y los doctores de la ley discutían con Él, lo que discernía la gente era la autoridad de Jesús: la fuerza de su doctrina para entrar en los corazones y el hecho de que los malos espíritus le obedecieran; y que, además, por un momento, dejara sin palabras a los que implementaban diálogos tramposos. La gente gozaba con esto. Sabía distinguir y gozaba.»
(Homilía de S.S. Francisco, 18 de abril de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Ir a misa y recibir la comunión; si no puedo asistir, hacer una comunión espiritual con fervor.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.