Javier Castellanos, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, aumenta mi fe y ayúdame a vivir mi misión como miembro de tu Cuerpo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 16, 13-19
En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”. Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas”. Luego les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
No vale responder lo que has escuchado de otros. Ésa es una pregunta difícil de responder aun para los discípulos, a pesar de vivir con Jesús durante largo tiempo.
La respuesta de Pedro: ¡Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo!, era una confesión muy osada. Los fariseos de haber escuchado eso, lo habrían apedreado a muerte; pero Pedro fue capaz de decir la verdad y nada más que la verdad porque el mismo Dios Padre le inspiró.
A raíz de esta fe, Jesús le confirió un poder a Pedro que sólo le pertenecía a Él como Mesías. En Is 22:22 el profeta ya había sido inspirado por Dios de lo que sucedería en este momento. “Pondré sobre sus hombros la llave de la casa de David: Lo que el abra nadie lo cerrará, lo que el cierre nadie lo abrirá”.
Jesús no solamente confirmó este poder y esta misión con sus palabras, sino que se lo entregó a un hombre débil con todas las consecuencias que sabía que vendrían después. No obstante, con esta misión le dio una promesa: “Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella”. La verdadera Iglesia de Jesucristo es la Iglesia Católica, no porque lo diga un hombre, sino porque desde antiguo Dios Padre lo tenía pensado, Jesucristo lo confirma con sus palabras en el Evangelio y hasta hoy día celebramos la cátedra de san Pedro, 266 sucesores ininterrumpidamente han guiado la Iglesia de Cristo.
Tengamos la firme esperanza de que ser católico no significa sólo “practicar una religión”, ser católico es pertenecer al mismo Cuerpo de Cristo como lo dice san Pablo en 1 Cor 12,12: “Somos un cuerpo y Cristo es la cabeza” ¡Somos partícipes directos de la misión que Dios Padre le ha encomendado a Cristo en la Tierra!
«Dejemos que la gracia modele de nuevo nuestro corazón para creer, y abra nuestra boca para hacer la profesión de fe y obtener la salvación. Así, pues, hagamos nuestras las palabras de Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo”. Que nuestro pensamiento y nuestros ojos estén fijos en Jesucristo, inicio y fin de cada acción de la Iglesia. Él es el fundamento y nadie puede poner otro cimiento. Él es la “piedra” sobre la cual debemos construir. Lo recuerda con palabras expresivas san Agustín cuando escribe que la Iglesia, que viéndose agitada y sacudida por las vicisitudes de la historia, “no se cae, porque está cimentada sobre la piedra de donde Pedro tomó el nombre, pues ‘piedra’ no viene de ‘Pedro’, sino ‘Pedro’ de ‘piedra’; como tampoco ‘Cristo’ viene de ‘cristiano’, sino ‘cristiano’ de ‘Cristo’. […] La roca es el Mesías, cimiento sobre el que también Pedro mismo está edificado”».
(Homilía de S.S. Francisco, 22 febrero de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy encomendaré en mi oración al Santo Padre, el Papa Francisco.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.