Santa María Magdalena
H. Alejandro Rondón, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Buenos días, Señor Jesús. Me pongo en tu presencia en esta nueva oportunidad que me das para servirte y amarte. Gracias porque me has permitido despertarme para cantar nuevamente tus alabanzas y darte gloria por todos los beneficios que recibo de Ti cada día. Gracias por el don de mi vida y la vida de aquellos más cercanos a mí. No puedo empezar esta oración sin agradecerte por ser tan bueno conmigo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 20, 1. 11-18
El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.
María se había quedado llorando junto al sepulcro de Jesús. Sin dejar de llorar, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados en el lugar donde había estado el cuerpo de Jesús, uno en la cabecera y el otro junto a los pies. Los ángeles le preguntaron: “¿Por qué estás llorando, mujer?” Ella les contestó: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo habrán puesto”.
Dicho esto, miró hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Entonces él le dijo: “Mujer, ¿por qué estás llorando? ¿A quién buscas?” Ella, creyendo que era el jardinero, le respondió: “Señor, si tú te lo llevaste, dime dónde lo han puesto”. Jesús le dijo: “¡María!” Ella se volvió y exclamó: “¡Rabbuní!”, que en hebreo significa ‘maestro’. Jesús le dijo: “Déjame ya, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: ‘Subo a mi Padre y su Padre, a mi Dios y su Dios’”.
María Magdalena se fue a ver a los discípulos para decirles que había visto al Señor y para darles su mensaje.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Mientras que los discípulos temerosos se escondían, al amanecer va María Magdalena a dónde habían sepultado a su Señor. Los discípulos dudaban, no creían ni comprendían lo sucedido. La primera en creer y en llevar la buena noticia a los demás fue María Magdalena.
Su primera reacción fue querer retener, quedarse con su Maestro, pero siguió sus indicaciones y corriendo fue a buscar a los discípulos para contarles lo que había visto y lo que les pedía que hicieran.
¿Qué es lo que movió a Maria Magdalena? ¿Por qué no tuvo miedo de acercarse a la tumba? ¿Cuál es mi reacción cuando se presentan las dificultades que no puedo comprender?
«”¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?” Esta pregunta nos hace superar la tentación de mirar hacia atrás, a lo que fue ayer, y nos empuja a avanzar hacia el futuro. Jesús no está en la tumba, él es el Resucitado, el Viviente, el que siempre renueva su cuerpo que es la Iglesia y lo hace andar atrayéndolo hacia Él. “Ayer” es la tumba de Jesús y la tumba de la Iglesia, el sepulcro de la verdad y la justicia; “hoy” es la resurrección perenne a la que nos impulsa el Espíritu Santo, que nos da plena libertad.»
(S.S. Francisco, catequesis del 23 de abril de 2014).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Señor Jesús, ayúdame a reconocerte como resucitado en mi alma. Tú eres mi Señor y rey y necesito de tu ayuda. Haz que siempre pueda experimentar tu amor como María, y que tenga el valor de transmitirlo a los demás, especialmente a los más necesitados. Gracias, Señor, por tu amor, sé que me amas de la misma forma y espero corresponder a tan inmenso amor, ¡ayúdame a crecer en el amor!
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Quiero regalarte, Señor, el don de mi vida, e identificarte como mi único maestro haciendo cinco minutos de oración profunda en este día, pidiendo por las personas que están hundidas en la tristeza por cualquier circunstancia, a fin de que puedan llegar a la felicidad verdadera que eres Tú.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.