H. Emmanuel Toro, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, dame la gracia de salir de mí mismo, de tomar la cruz que me has dado cada día, y seguirte. Que Tú seas solo el camino que me lleve a mi felicidad; no me dejes desfallecer y dame tu mano para seguir adelante.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 9, 22-25
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día”.
Luego, dirigiéndose a la multitud, les dijo: “Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga. Pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la encontrará. En efecto, ¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si se pierde a sí mismo o se destruye?”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Jesús nos dice: «Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga». ¿Quién dijo que esta vida será fácil? Las palabras de madre Teresa de Calcuta confirman, por su experiencia, que no es sencillo seguir al Señor: «Si la santidad fuera fácil, todos seríamos santos».
Nosotros, como cristianos, seguimos un ideal que es contradictorio al mundo de hoy; un mundo en el que se busca que nuestra vida sea más cómoda, que nuestro tiempo aquí en la tierra sea «light». Y, ¿por qué nos chocan tanto el testimonio y las palabras de Jesús? ¿Será porque hay en nuestra vida cosas que nos impiden ir hacia Él, o será, quizás, porque el Señor no es el fin y el centro de nuestra vida?
Jesús nos da la respuesta para conquistar la felicidad y el modo de hacerlo: no buscarse a sí mismo, y tomar la cruz. No debemos ser el centro de nuestra vida, es Dios el que debe gobernar todo lo que somos, nuestros ideales, acciones, decisiones, todo. Y, con ello, todo lo que nos dificulte llegar a Él, es decir, los problemas, las injusticias, el cansancio, todo lo que haga pesado nuestra vida, cargarlo como la cruz que Él nos ha dado.
Dejemos que el Señor entre en nuestra vida, la transforme; pidámosle ayuda para llevar la cruz y mantenernos firmes en el camino que Él nos lleve. En Él está la felicidad, no en nosotros mismos.
«No tengamos miedo a trabajar sin provecho. El ecumenismo es “una gran empresa con pérdidas”. Pero se trata de pérdida evangélica, según el camino trazado por Jesús: “El que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará”. Salvar lo que es propio es caminar según la carne; perderse siguiendo a Jesús es caminar según el Espíritu. Solo así se da fruto en la viña del Señor. Como Jesús mismo enseña, no son los que acaparan los que dan fruto en la viña del Señor, sino los que, sirviendo, siguen la lógica de Dios, que continúa dando y entregándose.»
(Discurso de S.S. Francisco, 21 de junio de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Sobrellevaré con gozo las contrariedades y dificultades que forman mi cruz de este día.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.