Nuestro Señor Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote
H. Pablo Vidal, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
María, te pido que me ayudes a preparar mi corazón para encontrarme con Jesús. Dame tu corazón y ponme en tu inmaculado corazón para ver al Señor como tú lo ves y escucharlo como tú lo escuchas.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 22, 14-20
En aquel tiempo, llegada la hora de cenar, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo: «Cuánto he deseado celebrar esta Pascua con ustedes, antes de padecer, porque yo les aseguro que ya no la volveré a celebrar, hasta que tenga cabal cumplimiento en el Reino de Dios». Luego tomó en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias y dijo: «Tomen esto y repártanlo entre ustedes, porque les aseguro que ya no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios».
Tomando después un pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se los dio diciendo: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía». Después de cenar, hizo lo mismo con una copa de vino, diciendo: «Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi Sangre, que se derrama por ustedes».
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El pasaje que meditamos hoy, en la fiesta de Nuestro Señor Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, puede parecernos muy conocido, pues nos acerca a las palabras de Jesús en la última cena que el sacerdote dice al momento de la consagración en la Misa. Pero hoy, al final del mes dedicado a la Virgen, podemos acercarnos a este momento con los ojos de su inmaculado corazón. No estamos seguros sobre si María estuvo presente en la última cena, pero seguramente ella escuchó después este relato contado por los apóstoles y también recibió a su propio hijo en la Eucaristía durante los años en que estuvo en la tierra después de la Ascensión de Jesús.
María, ¿qué había en tu corazón cuando escuchaste estas palabras de tu Hijo? Seguramente te hicieron pensar en muchas cosas, pero una de ellas puede haber sido el contemplar cuánto amaba Jesús a sus apóstoles, a quienes incluso llamaba amigos y hermanos. Así como tú habías entregado toda tu vida para cuidar de ese niño que era el Hijo de Dios, ahora Él daba su vida por sus hermanos, daba su vida por mí también. Y así como tú le diste ejemplo de paciencia y de espera amorosa durante los años de Nazaret, ahora Él me da ejemplo de espera amorosa a mí, pues se ha quedado durante dos mil años en la Eucaristía para poder encontrarse conmigo.
María, ayúdame a verte a ti y a Jesús para comprender mejor cómo vivir siguiendo sus ejemplos. Ayúdame a ver cómo vivir sus virtudes con mi propia familia, con mis amigos y mis hermanos, sobre todo a cómo entregar mi vida por ellos y a cómo vivir con ellos una espera amorosa.
«Es lo que Jesús demuestra definitivamente en la última cena, cuando dice: “Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros”. En ese gesto Jesús anticipa en el Cenáculo el misterio de la Cruz. Dios es un aliado fiel: si los hombres dejan de amar, Él sigue amando, aunque el amor lo lleve al Calvario. Dios está siempre cerca de la puerta de nuestro corazón y espera que le abramos. Y a veces llama al corazón, pero no es invadente: espera. La paciencia de Dios con nosotros es la paciencia de un papá, de uno que nos quiere mucho. Yo diría que es la paciencia junta de un papá y de una mamá. Siempre cerca de nuestro corazón, y cuando llama lo hace con ternura y con tanto amor. Tratemos todos de rezar de esta manera, entrando en el misterio de la Alianza.»
(Homilía de S.S. Francisco, 13 de mayo de 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a proponerme hacer conscientemente un acto de paciencia o de espera amorosa con un miembro de mi familia.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.