Regnum Christi Internacional

Jueves 3 de marzo de 2022 – «El camino de la cruz es el camino de la plenitud»

Pablo R. De la Gala, LC

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

 

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Ven Espíritu Santo, ayúdame a encontrarme en este breve momento de oración con Jesús. Aumenta mi fe, por favor, para creer que realmente estás aquí conmigo y que quieres hablar conmigo.

Padre, pongo en tus manos todas mis preocupaciones, las grandes y las pequeñas,  y te pido que las lleves a buen termino. Confío que siempre estas cuidándome y que me das lo que necesito, pero te pido que aumentes mi confianza.

Jesús, gracias por este momento para econtrarme contigo. Me basta el simple hecho de pasar tiempo contigo, pero si me quieres decir algo, te pido que me ayudes a abrir mis oidos para escucharte.

Amén.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 9, 22-25
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día”. Y, dirigiéndose a todos, dijo: “El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?”.

Palabra del Señor.

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Jesús cargó con su cruz y así nos ha mostrado cuál es el camino de una vida plena. Ante la pregúnta que todo hombre se hace de cómo ser feliz, Jesús nos muestra el camino de la cruz.

Puede ser que nuestro entendimiento de felicidad tenga diferentes variantes, pero lo que es seguro es que todos queremos una vida plena y con profunda paz.

Si pensamos que encontraremos la paz en una vida sin problemas, Jesús se dirige a nosotros y nos dice, “mírame a mí, mi vida fue entregarme a los demás. Deja la falsa ilusión que cuando resuelvas todos tus problemas encontrarás la paz que estás buscando. No será así. Si quieres vivir a plenitud carga tu cruz conmigo; camina tu vida conmigo y llegarás a la plenitud”.

Al morir en la cruz Jesús vence todo tipo de desesperación y al resucitar se dirige a nosotros y nos dice, “no tengas miedo, sigue mis pasos y tú también tendrás vida plena”.

Hay que dejar morir la falsa ilusión de que una vida sin problemas es lo que nos dará la plenitud que tanto buscamos. Como Jesús nos ha mostrado, la entrega a los demás con amor cada día, es el camino de la vida plena. No es un camino fácil, porque dar siempre exige algo de renuncia, pero es el único camino en el que encontraremos plenitud y lo más importante es que no estamos solos, porque Dios carga la cruz con nosotros.

«No se trata de una cruz ornamental, o de una cruz ideológica, sino que es la cruz del propio deber, la cruz del sacrificarse por los demás con amor —por los padres, los hijos, la familia, los amigos, también por los enemigos—, la cruz de la disponibilidad para ser solidarios con los pobres, para comprometerse por la justicia y la paz. Asumiendo esta actitud, estas cruces, siempre se pierde algo. No debemos olvidar jamás que “quien perderá la propia vida [por Cristo], la salvará” (v. 24). Es un perder para ganar». (S.S. Francisco, Ángelus, 19 de junio de 2016).

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Cargar la cruz de cada día también significa vivir las cosas ordinarias con amor. Hoy puedes escoger una cosa ordinaria de tu vida e intencionalmente vivirla con más amor, y por supuesto, no olvides pedirle al Espíritu Santo que te ayude y acompañe en este esfuerzo.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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