Tibério Graco de Moraes Transfeld, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, muchas gracias por este nuevo día y por este momento de oración que tenemos juntos. Pido por todas las personas que hoy, por descuido o negligencia, se han olvidado de ti. Te pido que mi oración ayude a estos hijos tuyos a recibir las gracias que más necesitan. Ayúdame a ser un fiel discípulo tuyo, para que pueda salir y predicar tu palabra con mi vida y con mi ejemplo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 10,7-15
En aquel tiempo dijo Jesús a sus apóstoles: “Id y proclamad que el Reino de los cielos está cerca; curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis. No llevéis en la faja oro, plata ni calderilla; ni tampoco alforja para el camino, ni otra túnica, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una casa saludad; si la casa se lo merece, la paz que le deseáis vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros. Si alguno no os recibe o no os escucha, al salir de su casa o del pueblo, sacudid el polvo de los pies. Os aseguro que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra que a aquel pueblo”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
“Hermanos, mañana vamos a tener misiones de calle”, escuché decir al superior de mi seminario en mi primer año de formación. Es impresionante como estas palabras resonaron en mi interior: sentí miedo (¿cómo voy a entrar en contacto con personas que no conozco?), desconfianza en mí mismo (no puedo, no soy capaz…), y muchas ganas de huir. Una de las características de la misión es que nos saca de nuestra zona de confort para que vayamos y enseñemos a la humanidad lo que es el mensaje de Cristo. ¿Pero, yo sé cuál es este mensaje? ¿Lo he aprendido?
Sólo puede haber apóstoles si hay alguien que los envía, como también sólo hay un discípulo si hay un maestro. La misión siempre está hecha en relación. Una relación cercanísima con Jesús, el único que puede dar las respuestas que nosotros y todos los demás estamos buscando. Para eso, es necesario que abramos nuestro oído para escuchar y, si estamos muy lejos, acercarnos al maestro.
Jesús nos envía pues conoce la necesidad de su rebaño. Él te envía pues sabe que puedes ir a dónde Él no puede. He escuchado personas diciendo que la misión es para los curas y para las monjas. Esto es una mentira. Muchos corazones están cerrados a los ministros de Dios, pero tú, como laico, puedes con tu ejemplo de honestidad y caridad, plantar una semillita en un corazón endurecido. Y esto ya es la misión.
«Es Cristo, Cristo resucitado, a quien debemos testimoniar y cuya vida debemos compartir. Los misioneros de Cristo no son enviados a comunicarse a sí mismos, a mostrar sus cualidades o capacidades persuasivas o sus dotes de gestión, sino que tienen el altísimo honor de ofrecer a Cristo en palabras y acciones, anunciando a todos la Buena Noticia de su salvación con alegría y franqueza, como los primeros apóstoles». (S.S. Francisco, Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2022).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy quiero ser muy honesto conmigo mismo y con los demás: voy a dar el tiempo debido a mi familia y compañeros de trabajo, como también toda la atención que necesitan, para compartir con ellos un mensaje que les ayude a sobrellevar sus dificultades.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.