Evangelio: Jn 20,19-23
Al anochecer del día de la resurrección, estaban reunidos los discípulos en una casa con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos. Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo: ¡La paz esté con vosotros! Y les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús les dijo de nuevo: La paz esté con vosotros. Como el Padre me ha enviado, yo también os envío. Sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes les perdonéis los pecados, Dios se los perdonará; y a quienes se los retengáis, Dios se los retendrá.
Fruto: Colaborar con el Espíritu Santo en nuestra santificación y escoger siempre el camino que nos enseña Jesucristo.
Pautas para la reflexión:
Un cristiano sin Espíritu Santo es como un fuego que no quema, que no calienta. Pero con el Espíritu Santo, ¡qué diferencia! Celebremos hoy la venida del Espíritu Santo.
1. El don mayor de Cristo resucitado es el Espíritu Santo
Sus primeras palabras a sus apóstoles, reunidos en el cenáculo fueron: “Recibid el Espíritu Santo”. Era el cumplimiento de una promesa que les había hecho en la Última Cena: iba a mandar al Espíritu Consolador. El Espíritu Santo les dio, entre otras cosas, un poder espiritual: el de perdonar los pecados. Aquí vemos cómo el Espíritu Santo les da la facultad de hacer lo que Cristo hacía durante su vida. Es el Espíritu Santo quien les dará el poder de predicar y de santificar como hacía Cristo. La misión de la Tercera Persona es secundar la obra de Cristo, llevar a los hombres a transformarse en Cristo. ¡Qué importante es la venida del Espíritu Santo para la vida del cristiano!
2. Hombre “espiritual” o “carnal”
Ser devoto del Espíritu Santo es ser un hombre “espiritual”, que quiere decir dejarse guiar por Él, y no ser un hombre “carnal”, que significa dejarse arrastrar por las propias pasiones. ¿Hasta dónde me guía el Espíritu Santo? El punto de llegada siempre es el mismo: Cristo. Cristo era el hombre del Espíritu porque siempre se dejaba iluminar por sus inspiraciones. ¿Cómo sé que me estoy dejando mover por el Espíritu Santo? Es muy fácil: cada vez que opto por el bien y rechazo el mal, estoy colaborando con Él. Donde hay un ser humano que está haciendo el bien, allí está obrando el Espíritu de Dios.
3. El influjo del Espíritu Santo
¿Cómo aumentar el influjo del Espíritu Santo en mi vida? Cada vez que recibo un sacramento el Espíritu Santo viene a mi alma. El acercarme frecuentemente al sacramento de la reconciliación y a la Eucaristía es una manera óptima para incrementar su presencia dentro de mi. Cuando una persona ora abre la ventana de su alma al Espíritu. Así Él podrá influir en mi inteligencia, mi voluntad y mi corazón. Dios no rehusa su gracia a la persona que se dispone a recibirla. En Pentecostés celebramos la venida del Espíritu Santo a la primera comunidad cristiana, estemos siempre abiertos para recibirlo en nuestras vidas.
Propósito: Revisar mi vida para ver si soy un “hombre espiritual” o un “hombre carnal”. Hay que buscar que mi humanidad esté siempre vivificada por el Espíritu Santo.
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