¿Por qué la muerte no debe verse con tanto pesimismo, sino como una puerta que Cristo nos abre hacia la plenitud? En su audiencia general del 10 de diciembre de 2025, el Papa León XIV abordó el misterio de la muerte y la esperanza que brota de la Resurrección proponiendo una visión profundamente humana y luminosa desde la Pascua de Jesucristo. A partir de sus palabras, a continuación se desglosan cinco claves que permiten mirar la muerte con mayor lucidez y serenidad, reconociendo en ella un paso que ilumina el sentido profundo de nuestra existencia.
1. La muerte es un misterio que revela lo más profundo del corazón humano
Para el Papa León XIV, la muerte es a la vez natural e “antinatural”. Natural, porque todos los seres vivos mueren; antinatural, porque nuestro corazón desea una vida que no termine. Ese contraste — tan propio del ser humano — ya es una señal de que nacimos para algo más que el simple ciclo biológico. La angustia que nos provoca no es un error, sino un indicio de nuestra vocación a la eternidad.
2. Preguntarnos por la muerte nos ayuda a vivir mejor
El Papa recupera la intuición de san Alfonso María de Ligorio: meditar sobre la muerte es una escuela de vida. No para caer en la tristeza, sino para distinguir lo esencial de lo superfluo. Quién sabe que su vida tiene un fin; deja de distraerse con lo que pasa y aprende a orientar su existencia hacia lo que permanece. La muerte, vista así, no es solo un límite: es maestra.
3. Las promesas de inmortalidad tecnológica no responden a la inquietud humana
El Pontífice advierte sobre la fascinación contemporánea por el transhumanismo y la idea de “vencer” la muerte mediante la tecnología. La pregunta de fondo — dice — no es si podremos prolongar indefinidamente la vida, sino si una vida sin muerte sería realmente feliz. El anhelo humano de eternidad no se satisface con más años, sino con plenitud, sentido y comunión. Ningún avance científico puede garantizarlo.
4. La Resurrección de Cristo transforma la muerte desde dentro
Uno de los ejes de la catequesis es la afirmación de que la muerte no se opone a la vida, sino que es su paso decisivo hacia la eternidad. En la Pascua, Jesús ilumina la oscuridad de la muerte desde dentro, anticipando, en medio del dolor, “la nueva luz de la Resurrección”. La muerte deja de ser un muro y se convierte en un umbral. Solo desde esa luz se entiende la esperanza cristiana: no aspiramos a que la muerte desaparezca, sino a que sea vencida por la Vida.
5. Ya existe un lugar preparado para nosotros
El Papa León XIV señala que Cristo, al pasar por la muerte, nos ha precedido y ha preparado “la casa en la que se nos espera”. Por eso la tradición cristiana — siguiendo a san Francisco de Asís — puede llamar a la muerte “hermana”. No porque sea sencilla o deseable, sino porque ya no es soledad ni amenaza: es la puerta hacia una vida en la que no hay sombras ni contradicciones. Esperarla con serenidad no es resignación, sino confianza.
En una cultura que evita pensar en la muerte o la reduce a un trámite biológico, la catequesis del Papa León XIV ofrece una perspectiva diferente: la muerte no es un tabú, ni un fracaso, ni un accidente. Es un misterio que, iluminado por la Resurrección, devuelve esperanza, libertad interior y profundidad a nuestra vida cotidiana.
(Imagen de portada: Vatican News)

