Axel Jaret Hernández Torres, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús concédeme vivir en el momento presente y no en las lamentaciones del pasado o en las preocupaciones del futuro. Ayúdame a enfocar mi corazón en el hoy, pues es hoy donde me quieres hablar y manifestar tu amor.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 4, 12-17.23-25
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan se retiró a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías: “País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló”. Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos”. Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo. Su fama se extendió por toda Siria y le traían todos los enfermos aquejados de toda clase de enfermedades y dolores, endemoniados, lunáticos y paralíticos. Y él los curaba. Y le seguían multitudes venidas de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y Trasjordania.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En el Evangelio de hoy nos encontramos a Jesús proclamando el Reino de Dios y mostrando que aquel que lo acoja su vida será transformada. Nuestro Dios es un Dios que sana, libera, restaura, fortalece, consuela, da vida y vida en abundancia. Es un Dios que se hizo hombre y anhela profundamente reinar en nuestros corazones, su Reino es un reino diferente al de todos los demás.
El Reino de Dios no invade ni impone, más bien inspira y propone. Es un Reino distinto a los demás, su Rey va adelante en la lucha y da su vida por los suyos, entregándose y amando sin límite, es su forma de gobernar. Los que se unen a Él no son sus súbditos, el Rey los hace herederos, sus hijos y amigos. El respeto, amor y admiración de los suyos brotan de su amor hacia ellos el cual ha vencido el odio, el pecado y hasta la misma muerte. Los que acepten la invitación tendrán vida eterna. Todos están invitados. Una sola cosa reclama el Rey: nuestros corazones, los cuales anhela saciarlos. Su Reino no tiene límites sino solo las fronteras de nuestro egoísmo: de nosotros depende dejarlo reinar en nuestras vidas.
Dios vive hoy, sana hoy, libera hoy y quiere reinar hoy: ¿Dejaré hoy que Él reine en mí?
«El Reino de los cielos es lo contrario de las cosas superfluas que ofrece el mundo, es lo contrario de una vida banal: es un tesoro que renueva la vida todos los días y la expande hacia horizontes más amplios. De hecho, quien ha encontrado este tesoro tiene un corazón creativo y buscador, que no repite, sino que inventa, trazando y recorriendo caminos nuevos, que nos llevan a amar a Dios, a amar a los otros, a amarnos verdaderamente a nosotros mismos. El signo de aquellos que caminan en este camino del Reino es la creatividad, siempre buscando más. Y la creatividad es la que toma la vida y da la vida, y da, y da, y da… Siempre busca muchas maneras diferentes de dar la vida». (S.S. Francisco, Ángelus del 26 de julio de 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Pedir ayuda a Jesús en el inicio de alguna actividad y ofrecer esa actividad por la necesidad de algún familiar o amigo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.