H. José Alberto Rincón, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, concédeme tu gracia para no dejar que nada ni nadie ocupe el centro que te corresponde en mi vida.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 10, 34-11, 1
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “No piensen que he venido a traer la paz a la tierra; no he venido a traer la paz, sino la guerra. He venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; y los enemigos de cada uno, serán los de su propia familia.
El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.
El que salve su vida, la perderá y el que la pierda por mí, la salvará.
Quien los recibe a ustedes, me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe al que me ha enviado.
El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá recompensa de profeta; el que recibe a un justo por ser justo, recibirá recompensa de justo.
Quien diere, aunque no sea más que un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, por ser discípulo mío, yo les aseguro que no perderá su recompensa”.
Cuando acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, Jesús partió de ahí para enseñar y predicar en otras ciudades.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Este es un pasaje difícil de entender. ¿Jesús hablándonos de enfrentamiento con mis hermanos? ¿Cómo interpretarlo? Sugiero que comencemos al revés, es decir, por el final. El Evangelio nos menciona claramente que Jesús estaba dando instrucciones a sus discípulos. No estaba hablando a un público en general. Estaba, más bien, formando a aquellos a quienes correspondería llevar su mensaje por todos los pueblos.
¿Y qué les decía? «Quien los recibe a ustedes, me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe al que me ha enviado». Esto es: ninguno de los apóstoles será acogido por ser el más apto, o el más astuto, o el más inteligente. No. Todo cuanto reciban les vendrá por el hecho de anunciar a Cristo, del mismo modo que Cristo es quien es porque nos anuncia al Padre, que lo envió. Hay aquí un elemento de lealtad que vale la pena profundizar en nuestra oración. Lo que vemos es, en la práctica, la nueva alianza que Dios establece con los hombres, en su Hijo.
Llegamos, después, al núcleo del mensaje, es decir, al centro del amor. No es coincidencia que, se lea como se lea, estos versículos están a la mitad de las palabras de Jesús. En resumen, lo que Él está diciendo es que si colocamos cualquier amor por encima del que le mostramos a Él, no somos dignos de su amor. No es simplemente que Jesús esté teniendo un desplante de celos. Antes bien, está mostrándonos la verdadera jerarquía del amor. Es esta también la experiencia del pueblo de Israel: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas». Primero amar a Dios; es desde ahí que saldrán y se ordenarán los demás amores de nuestra vida.
Y ahora la parte final, que no parece tan dura después de entender la radicalidad del amor al que Jesús nos llama. Pues, en efecto, la guerra se da cuando los hombres amamos nuestros ídolos, sean cuales sean. Cuando olvidamos que a Dios le corresponde ocupar su trono en nuestra vida, es inevitable que enfrentemos dificultades. San Pablo interpretó muy bien esto cuando afirmó: «Nada ni nadie nos separará del amor de Dios en Cristo Jesús». Así pues, medita qué tanto le concedes a Dios su puesto, qué tanto has dejado permear su amor en toda tu vida.
«Pero Jesús nos recuerda que su vía es la vía del amor, y no existe el verdadero amor sin sacrificio de sí mismo. Estamos llamados a no dejarnos absorber por la visión de este mundo, sino a ser cada vez más conscientes de la necesidad y de la fatiga para nosotros cristianos de caminar siempre a contracorriente y cuesta arriba. Jesús completa su propuesta con palabras que expresan una gran sabiduría siempre válida, porque desafían la mentalidad y los comportamientos egocéntricos. Él exhorta: “Quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará”. En esta paradoja está contenida la regla de oro que Dios ha inscrito en la naturaleza humana creada en Cristo: la regla de que solo el amor da sentido y felicidad a la vida.».
(Ángelus de S.S. Francisco, 3 de septiembre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
En un momento de oración, buscaré sinceramente examinar delante de Dios si las personas con que me relacionó me conducen a Él, y si yo mismo también las conduzco en la misma dirección.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.