H. Erick Flores, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Dame humildad, Señor, para poder acoger los dones que me das. Ahora, te doy minutos de mi vida con tal de encontrar tu rostro. Tú eres mi roca y salvación, hoy necesito de esta salvación. Dame confianza, valor, fe y amor para abrazar mi propia conversión.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 4, 24-30
En aquel tiempo, Jesús llegó a Nazaret, entró a la sinagoga y dijo al pueblo: “Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra. Había ciertamente en Israel muchas viudas en los tiempos de Elías, cuando faltó la lluvia durante tres años y medio, y hubo un hambre terrible en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda que vivía en Sarepta, ciudad de Sidón. Había muchos leprosos en Israel, en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, que era de Siria”.
Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira, y levantándose, lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hacia un precipicio de la montaña donde estaba construida la ciudad, para despeñarlo. Pero él, pasando por en medio de ellos se alejó de allí.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Conversión fue la primera palabra que vino a mi mente al reflexionar sobre este Evangelio. Dios llama al hombre a «ser perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto» y nos encontramos a hombres que viven en coherencia con tal llamado. Hay tanta necesidad de santidad en el mundo. Pensar en que vamos a incomodar a otros al ser coherentes con la vida cristina o pensar lo que otros dirán de mí, son planteamientos y miedos muy normales. Aquí Cristo es nuestro modelo. Hay que ponerlo en el centro de la propia existencia, en lo concreto de nuestro quehacer cotidiano. No hay que tener miedo a ser testigo del amor de Dios Padre; no nos privemos en traer un poco de paz, alegría y gozo.
Cristo quiere ser nuestro salvador, «Yo soy el camino, la verdad y la vida». Cristo quiere gobernar nuestra propia vida, como un Rey que viene a traer el amor como principio para ganarse el mundo entero. ¿Cuál es la reacción primera que brota de cada uno de nosotros? Aquel que no tiene fe, esperanza, ni amor, es quien se llena de ira y, a la fuerza, busca sacar a Jesús de la propia existencia. Por eso, quien quiera ser un verdadero hijo debe pedir ver, esperar y amar al Dios que día y noche busca encontrarse frente a frente con Él.
Cada uno de los cristianos participa del sacerdocio de Cristo, cada uno es profeta y es rey. Tenemos una alta dignidad al ser hijos de Dios y hay hermanos entre nosotros que acogen y comparten estos dones. Debemos aprender a encontrar a Cristo en nuestra vida cotidiana y buscar tráelo al necesitado. Si hay un Cristo que resucitó, no hay nada que temer. Ante todo esto, pidamos un cambio y una verdadera conversión. Que el Señor nos ayude desear su voluntad y a aceptar sus dones.
«Este Evangelio nos muestra que el ministerio público de Jesús comienza con un rechazo y con una amenaza de muerte, paradójicamente por parte de sus paisanos. Jesús, al vivir la misión que el Padre le confió, sabe que debe enfrentar la fatiga, el rechazo, la persecución y la derrota. Un precio que, ayer como hoy, la auténtica profecía está llamada a pagar. El duro rechazo, sin embargo, no desanima a Jesús, ni detiene el camino ni la fecundidad de su acción profética. El sigue adelante por su camino (cf. v. 30), confiando en el amor del Padre. También hoy el mundo necesita ver en los discípulos del Señor, profetas, es decir, personas valientes y perseverantes en responder a la vocación cristiana.»
(Ángelus de S.S. Francisco, 3 de febrero de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Poner especial atención a los signos del amor de Dios en este día.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.