H. César Adrián Hernández Morales, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Sé Tú, Señor, mi única riqueza.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 12, 13-21
En aquel tiempo, hallándose Jesús en medio de una multitud, un hombre le dijo: “Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia”. Pero Jesús le contestó: “Amigo, ¿quién me ha puesto como juez en la distribución de herencias?”.
Y dirigiéndose a la multitud, dijo: “Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea”.
Después les propuso esta parábola: “Un hombre rico obtuvo una gran cosecha y se puso a pensar: ‘¿Qué haré, porque no tengo ya en dónde almacenar la cosecha? Ya sé lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes para guardar ahí mi cosecha y todo lo que tengo. Entonces podré decirme: Ya tienes bienes acumulados para muchos años; descansa, come, bebe y date a la buena vida’. Pero Dios le dijo: ‘¡Insensato! Esta misma noche vas a morir. ¿Para quién serán todos tus bienes?’. Lo mismo le pasa al que amontona riquezas para sí mismo y no se hace rico de lo que vale ante Dios”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Este mundo me propone un ideal distinto al que Cristo me ofrece. El mundo me dice que la felicidad la encuentro en tener cosas, muchas cosas, que cuanto más costosas sean más feliz seré. Este mundo me hace creer la mentira de que mi felicidad la encuentro en cosas materiales.
Cristo, por otro lado, me invita a tener mi mirada en lo alto, en las cosas del cielo, en el verdadero tesoro que puede colmar mi alma. Él me invita a vivir abandonado completamente en su amor, capaz de llenar de felicidad todo mi corazón. Me pide confiar plenamente en Él y dejar que sea Él quien me haga feliz.
Esta felicidad, esta riqueza que Cristo me ofrece, no es cuantiosa materialmente ni vistosa ante los ojos del mundo. Esta felicidad es Cristo mismo. Él quiere ser la única riqueza de mi corazón, ya que solo Él puede llenarlo por completo.
Sé Tú, Señor, mi única riqueza. Conviértete, Jesús, en el único tesoro de mi corazón. No permitas que mi corazón se apegue a nada más que no seas Tú. Concédeme anhelarte y desearte cada día más. Sé mi única riqueza.
«Amar al pobre significa luchar contra todas las pobrezas, espirituales y materiales.
Y nos hará bien acercarnos a quien es más pobre que nosotros, tocará nuestra vida. Nos hará bien, nos recordará lo que verdaderamente cuenta: amar a Dios y al prójimo. Sólo esto dura para siempre, todo el resto pasa; por eso, lo que invertimos en amor es lo que permanece, el resto desaparece. Hoy podemos preguntarnos: «¿Qué cuenta para mí en la vida? ¿En qué invierto? ¿En la riqueza que pasa, de la que el mundo nunca está satisfecho, o en la riqueza de Dios, que da la vida eterna?». Esta es la elección que tenemos delante: vivir para tener en esta tierra o dar para ganar el cielo».
(Homilía SS Francisco, 19 de noviembre de 2017)
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy buscaré visitar a Cristo en una iglesia, como muestra de que Él es mi único tesoro.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.