Balam Loza, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Hoy quiero estar aquí, contigo. Quiero escuchar tus palabras que me refrescan, que me quitan la sed. Tengo una sed profunda, pues mi alma está seca. Y Tú conoces perfectamente mi alma y sabes cómo tiene sed de ti, tiene sed de palabras de eternidad. Por eso vengo a tus pies para escuchar tus palabras que me levantan del polvo cuando he caído y me llaman a seguir corriendo; a luchar y a no tener miedo de ir remando a contra corriente, de ir a alta mar. Me dices: ¡Ánimo!… Te lo agradezco pues estoy muy necesitado. Me apoyo en ti, pues solo no puedo cargar con la cruz.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 16, 29-33
En aquel tiempo, los discípulos le dijeron a Jesús: “Ahora sí nos estás hablando claro y no en parábolas. Ahora sí estamos convencidos de que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por eso creemos que has venido de Dios”. Les contestó Jesús: “¿De veras creen? Pues miren que viene la hora, más aún, ya llegó, en que se van a dispersar cada uno por su lado y me dejarán solo. Sin embargo, no estaré solo, porque el Padre está conmigo. Les he dicho estas cosas, para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán tribulaciones; pero tengan valor, porque yo he vencido al mundo”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Sí, Señor, te he dejado. Me he apartado del grupo. He pecado y me he escondido. No puedo mirarte pues me da vergüenza. He huido y he llorado amargamente. Pero lloro porque no me creo que YO haya fallado. Yo que decía que daría mi vida por ti. Yo creía que te seguiría incluso hasta la muerte. Pero apenas se presentó la ocasión, te negué. Salí corriendo cobardemente. Yo que me creía muy rudo y fuerte salí corriendo al sentirme frágil. El mundo se derrumbó a mis pies. Te deje solo, solo, solo… Te quedaste con unos pocos. Tu madre querida y Juan, el más joven.
Pero me has mirado con amor. Me has tratado con ternura a pesar de mi cobardía. Me has lavado, me has perdonado y me has llamado amigo. Tú has vencido mi pecado. Tu fuerza ha podido más que mi debilidad. Confío en ti, pues sin tu ayuda puedo meter la pata con mucha facilidad. Señor, te amo con locura y con pasión. Lo sabes bien. Conoces mi corazón. Quiero dártelo todo, pero sin tu ayuda mis talentos son flaquezas pues sin tu luz doy palos al aire. Sin ti pierdo el rumbo.
Pongo en tus manos mis talentos para que los hagas fructificar, pero yo soy una frágil vasija de barro. Estos talentos podrían romperse o quedarse aparcados por miedo a que se rompan. Quiero ser tu instrumento para llevar tu amor a aquellos lugares donde no ha llegado. Ilumíname e indícame qué es lo que quieres de mí y cómo te puedo ayudar.
Por fortuna estás conmigo. Por fortuna he vuelto a ti. Por fortuna estás vivo. No estoy solo. Confío en ti, pues has resucitado. Sé que me escuchas y me acompañas a cada paso que doy. Mi esperanza no es absurda. Esto me da paz. Esto me devuelve la alegría. No tengo miedo a nada y mi debilidad no me preocupa pues Tú has vencido y el demonio no tiene la última palabra. La fuerza de Dios es más fuerte que mi debilidad. Jesús confío en ti, confío en ti, confío en ti.
«Cuántas veces —nosotros no lo sabemos, lo sabremos en el cielo—, cuántas veces nosotros estamos ahí, ahí… [a punto de caer] y el Señor nos salva: nos salva porque tiene una gran paciencia con nosotros. Y esta es su misericordia. Nunca es tarde para convertirnos, pero es urgente, ¡es ahora! Comencemos hoy. Que la Virgen María nos sostenga, para que podamos abrir el corazón a la gracia de Dios, a su misericordia».
(Homilía de S.S. Francisco, 28 de febrero de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy te ofrezco, Jesús, no desanimarme cuando veo que no avanzo, cuando veo que mi corazón no te ama. No me entristeceré si veo que sigo siendo un egoísta o un vanidoso o si me dejo llevar por la pereza. Todo mi pecado lo pondré en tus manos y seguiré luchando.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.