José Torres
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, te pido que en este rato de oración me des las gracias que más necesito, la fuerza para serte fiel y me renueves la esperanza.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 57-66.80
Por aquellos días, le llegó a Isabel la hora de dar a luz y tuvo un hijo. Cuando sus vecinos y parientes se enteraron de que el Señor le había manifestado tan grande misericordia, se regocijaron con ella. A los ocho días fueron a circuncidar al niño y le querían poner Zacarías, como su padre; pero la madre se opuso, diciéndoles: “No. Su nombre será Juan”. Ellos decían: “Pero si ninguno de tus parientes se llama así”. Entonces le preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamara el niño. Él pidió una tablilla y escribió: “Juan es su nombre”. Todos se quedaron extrañados. En ese momento a Zacarías se le soltó la lengua, recobró el habla y empezó a bendecir a Dios. Un sentimiento de temor se apoderó de los vecinos y en toda región montañosa de Judea se comentaba este suceso. Cuantos se enteraban de ello se preguntaban impresionados: “¿Qué va a ser de este niño?” Esto lo decían, porque realmente la mano de Dios estaba con él. El niño se iba desarrollando físicamente y su espíritu se iba fortaleciendo, y vivió en el desierto hasta el día en que se dio a conocer al pueblo de Israel.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En la fiesta de hoy, en la que la Iglesia celebra el nacimiento del precursor, nos deberíamos interpelar: ¿Cómo es nuestra actitud de apóstol y precursor para la segunda venida de nuestro salvador Jesucristo?
Es una buena composición de lugar que nos imaginemos a Jesús y a Juan de niños jugando, ¿de qué conversarían?, ¿a qué jugarían? ¿Cómo habrá sido cuando María se enteró del nacimiento de Juan?
Contemplemos en nuestros corazones esos momentos, hagamos el esfuerzo por silenciar nuestras preocupaciones, los pendientes y permanezcamos durante un momento acompañando a Isabel y Zacarías y, si es necesario, volvamos a leer el Evangelio y procuremos algún detalle, alguna luz.
Miremos la actitud de Zacarías, su fidelidad a lo que el Señor le pide en algo que parece tan simple quizás para nosotros, pero no para la cultura hebrea ya que es el nombre de su hijo primogénito.Qué duro, pero qué bello poder ser fiel a Dios en algo tan pequeño.Y justamente es eso lo que nos pide a cada uno de nosotros todos los días, en los detalles de las cosas que hacemos, no sólo por deber, sino que es nuestro medio de santificación. por eso lo hacemos con amor y responsabilidad teniendo presente nuestra condición de hijos de Dios.
Pidamos a san Juan Bautista que nos ayude a ser fieles en nuestra misión de apóstoles de Cristo allí donde Él nos pide que estemos, sabiendo que nuestra vida ordinaria de cada día es una ocasión para llegar a la santidad.
«Come ayer, Dios sigue buscando aliados, sigue buscando hombres y mujeres capaces de creer, capaces de hacer memoria, de sentirse parte de su pueblo para cooperar con la creatividad del Espíritu. Dios sigue recorriendo nuestros barrios y nuestras calles, va a todas partes en busca de corazones capaces de escuchar su invitación y de hacerla convertirse en carne aquí y ahora. Parafraseando a san Ambrosio podemos decir: Dios sigue buscando corazones como el de María, dispuestos a creer incluso en condiciones absolutamente excepcionales. ¡Que el Señor aumente en nosotros esta fe y esperanza!».
(Cf Homilía de S.S. Francisco, 25 de marzo de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Durante el día, buscaré hacer al menos dos jaculatorias a Jesús.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.