Regnum Christi Internacional

Martes 11 de abril de 2023 – «El Padre, regalo pascual»

Paulina Tena González Méndez, CRC 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén. 

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino! 

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios) 

Espíritu de silencio, ven a este momento de oración. Calma mi interior, llénalo del fruto de tu alegría. Permíteme experimentar la presencia de Jesús vivo en lo más profundo de mi interior. Qué en esta oración sepa reconocer mi relación restaurada con el Padre.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 20, 11-18 

En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: “Mujer, ¿por qué lloras?”. Ella les contesta: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: “Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?”. Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: “Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré”. Jesús le dice: “¡María!”. Ella se vuelve y le dice: “¡Rabboni!”, que significa: “¡Maestro!”. Jesús le dice: “Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: ‘Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro'”. María Magdalena fue y anunció a los discípulos: “He visto al Señor y ha dicho esto”. 

Palabra del Señor. 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio 

Hay una frase en este Evangelio que llama la atención. Le pides a María que lleve un mensaje a tus discípulos… pero el mensaje no es que resucitaste directamente… hay un mensaje más grande.  

“‘Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro'”.

Subes, te sentarás a la derecha de Dios. Reinarás con el poder del amor. Lo llamas Padre y Dios tuyo, confirmas que es el mismo mensaje que has predicado durante tu vida aquí en la tierra.  

“Mío y vuestro” me confirmas cómo todo lo tuyo es mío, me has incorporado a ti por medio del Bautismo, formo parte de tu cuerpo. 

Y después un regalo pascual enorme: tu resurrección es el hecho contundente que ha restaurado mi relación con el Padre. Quisiera dejar que esta frase resuene una y otra vez en mi interior “Padre vuestro” y hacerla mía “Padre mío”. (repite varias veces esta frase en tú interior) 

Ahora puedo confiarme aún con más seguridad porque tu resurrección me muestra Su fidelidad. Me muestra que vivir Su voluntad me lleva a la vida. Puedo ser un hijo libre y confiado. Además, mi Padre es Dios: “Dios vuestro”. Tengo un Padre, creador, poderoso, que ha vencido el mal en el mundo y en mi propia vida. Un Padre-Dios que me rescata, que es providente y bondadoso. Un Dios en el que triunfa el bien y la verdad. 

Concédeme esta experiencia de restauración en mi ser hijo y como María Magdalena invítame a anunciar este mensaje. 

«Un cristianismo que busca al Señor entre los vestigios del pasado y lo encierra en el sepulcro de la costumbre es un cristianismo sin Pascua. ¡Pero el Señor ha resucitado! ¡No nos detengamos en torno a los sepulcros, sino vayamos a redescubrirlo a Él, el Viviente! Y no tengamos miedo de buscarlo también en el rostro de los hermanos, en la historia del que espera y del que sueña, en el dolor del que llora y sufre: ¡Dios está allí!». (S.S. Francisco, Homilía del 16 de abril de 2022). 

Diálogo con Cristo 

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama. 

Propósito 

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación. 

A lo largo del día repite esta jaculatoria en tu interior. “Padre mío… Padre mío” 

Despedida 

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén. 

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino! 

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros. 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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