Álvaro García, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Espíritu Santo, ven. Prepárame para la Navidad. Que mi corazón sea un pesebre pobre pero acogedor para el Salvador. Quiero acompañar a María en su camino hacia Belén, en silencio, con alegría. Prepárame para amar con todo mi corazón al Niño que viene, para que reciba todo el cariño que necesita de mí en un mundo donde se enfría la caridad. Ven Espíritu Santo. Ven, Salvador.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 21, 28-32
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: ‘Hijo, ve hoy a trabajar en la viña’. Él le contestó: ‘No quiero’. Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: ‘Voy, señor’. Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?”. Contestaron: “El primero”. Jesús les dijo: “Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Nos encontramos ante dos formas de relación con Dios. Dos hijos, uno aparentemente desobediente y otro aparentemente obediente. Ambos son hijos amados del Padre, y su relación con él es muy distinta. Mientras el primero tiene el descaro de oponerse abiertamente al Padre como hijo caprichoso, el segundo sí le tiene reverencia e incluso le llama «Señor» en lugar de «Padre». No tiene nada negativo el ser prontos a cumplir la voluntad del Padre ni el llamarle «Señor», pues María Santísima fue prontísima a realizar el plan de Dios sobre ella y se consideraba como esclava ante Él.
El problema es que seguir a Dios no es cuestión de palabras, sino de coherencia entre esas palabras y nuestro actuar. «Muéstrame tu fe sin obras que yo, con mis obras, te mostraré mi fe» dice Santiago en su carta. Para seguir a Dios se requiere de un verdadero aprecio y reverencia, requiere amor y confianza. Hoy Jesús nos interpela: ¿cómo vives ante Dios Padre? ¿Te identificas con los publicanos que padecen cierta rebeldía pero que acaban abandonándose?, o ¿quizá te identificas más con los sacerdotes y ancianos de aquel tiempo que prometían sin cumplir?
Existe un tercer hijo en el Evangelio, pero que no aparece explícitamente en estos versículos. El tercer hijo es aquel que responde prontamente al Padre y lo ama totalmente hasta la entrega de su propia vida. El Evangelio entero es la historia de amor del Hijo Jesús que, oyendo al Padre que le manda a la viña del mundo, marcha con prontitud y se abandona plenamente en sus brazos. Este es el Hijo con quien nos tenemos que configurar y que llegará pronto a la viña, el día de Navidad. Pidamos al Espíritu Santo que nos vaya identificando cada día más con Cristo en nuestra vida diaria.
«Sí, Dios viene al mundo como hijo para hacernos hijos de Dios. ¡Qué regalo tan maravilloso! Hoy Dios nos asombra y nos dice a cada uno: “Tú eres una maravilla”. Hermana, hermano, no te desanimes. ¿Estás tentado de sentirte fuera de lugar? Dios te dice: “No, ¡tú eres mi hijo!”. ¿Tienes la sensación de no lograrlo, miedo de no estar a la altura, temor de no salir del túnel de la prueba? Dios te dice: “Ten valor, yo estoy contigo”. No te lo dice con palabras, sino haciéndote hijo como tú y por ti, para recordarte cuál es el punto de partida para que empieces de nuevo: reconocerte como hijo de Dios, como hija de Dios. Este es el punto de partida para cualquier nuevo nacimiento. Este es el corazón indestructible de nuestra esperanza, el núcleo candente que sostiene la existencia: más allá de nuestras cualidades y de nuestros defectos, más fuerte que las heridas y los fracasos del pasado, que los miedos y la preocupación por el futuro, se encuentra esta verdad: somos hijos amados. Y el amor de Dios por nosotros no depende y no dependerá nunca de nosotros: es amor gratuito. Esta noche no tiene otra explicación: sólo la gracia. Todo es gracia. El don es gratuito, sin ningún mérito de nuestra parte, pura gracia». (S.S. Francisco, Homilía del 24 de diciembre de 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Dedicaré un momento para analizar cómo me estoy preparando para la Navidad. Cómo estoy involucrando a mi familia para recibir a Jesús.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.