Diego Suárez, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, vengo a ponerme en tu presencia. Quiero estar contigo porque sé que te necesito. Sin ti soy nada. Sin ti estoy vacío. Me siento vacío. Por mucho tiempo he estado buscando saciar mi sed de infinito en cosas finitas. Sólo Tú puedes llenar este vacío. Sólo tú puedes hacerme pleno, puedes hacerme feliz. Jesús, pongo mi vida en tus manos para que me guíes por el camino de la plenitud.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 8, 14-21
En aquel tiempo, a los discípulos se les olvidó llevar pan, y no tenían más que un pan en la barca. Jesús les recomendó: “Tened cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes”. Ellos comentaban: “Lo dice porque no tenemos pan”. Dándose cuenta, les dijo Jesús: “¿Por qué comentáis que no tenéis pan? ¿No acabáis de entender? ¿Tan torpes sois? ¿Para qué os sirven los ojos si no veis, y los oídos si no oís? A ver, ¿cuántos cestos de sobras recogisteis cuando repartí cinco panes entre cinco mil? ¿Os acordáis?”. Ellos contestaron: “Doce”. “¿Y cuántas canastas de sobras recogisteis cuando repartí siete entre cuatro mil?”. Le respondieron: “Siete”. Él les dijo: “¿Y no acabáis de entender?”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Imagínate que el océano se seca y la única agua restante en todo el mundo es una botella de agua, ¿te imaginas tener que llenar el inmenso espacio del océano, con el contenido de una diminuta botella de agua de dos litros? Esta metáfora sucede muy a menudo en nuestras almas. Nosotros tenemos sed de trascendencia, pues fuimos hechos para la vida eterna. Tenemos sed de amor, pues fuimos hechos para amar. Tenemos sed de felicidad, pues fuimos hechos para vivir eternamente felices. Ésta sed es sed de infinito, que ninguna cosa o criatura en este mundo podrá llenar, pues todo eso es finito. ¿Has tenido la experiencia que después de una fiesta, un momento de diversión, por más bueno que sea, terminas vacío? Eso es porque sólo Dios puede llenar ese vacío.
En el Evangelio Jesús nos previene de no buscar llenar ese vacío en las cosas del mundo, sino sólo en Él. Nos recuerda que, aunque en el seguimiento de su voluntad hay momentos difíciles, no debemos olvidar los momentos plenos que vivimos a su lado. Que sólo en Él nada nos faltará.
¡Señor, que busquemos nuestra felicidad sólo en ti!
«El reino de Dios está en camino. Y no sólo el reino no está parado, es más, el reino de Dios “se hace” todos los días. Jesús habla de dos cosas de la vida cotidiana: la levadura no se mantiene levadura, porque al final se estropea; se mezcla con la harina, está en camino y hace el pan; y de la misma manera la semilla no permanece semilla: muere y da vida al árbol. Entonces: la levadura y la semilla están en camino para “hacer” algo. Y también el reino es así. Levadura y semilla mueren. La levadura ya no es levadura: se mezcla con la harina y se convierte en pan para todos, comida para todos. La semilla ya no será semilla: será árbol y se convierte en casa para todos». (S.S. Francisco, Homilía del 25 de octubre de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
En esta semana proponte ir un día a la parroquia más cercana y hacer una visita al Santísimo Sacramento. No tiene por qué ser larga, puede ser corta. Lo importante es que ahí, en la intimidad de la Eucaristía pongas tus vacíos interiores en manos de Cristo, para que Él los llene. Con fe y esperanza dile “Jesús, tú me conoces, tú sabes mejor que yo lo que necesito. Por mucho tiempo he estado buscando llenar mi vacío con las cosas y las criaturas de este mundo. Hoy reconozco que sólo Tú lo puedes llenar. Me confío y abandono en tus manos, para que llenes este vacío que llevo dentro”.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.