San Patricio
H. Edison Valencia, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 18, 21-35
En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?”. Jesús le contestó: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”.
Entonces Jesús les dijo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.
Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: ‘Págame lo que me debes’. El compañero se le arrodilló y le rogaba: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.
Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ‘Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?’ Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.
Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En el Evangelio de Mateo encontramos una parábola hermosísima, donde tenemos una pregunta al Maestro por parte de Pedro, quien al parecer se esforzaba por buscar la santidad pero, por su primariedad, por no decir impaciencia, muchas veces se sentía un poco atado. Y, seguramente pensando que todo debe tener un límite, le pregunta al Maestro: «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?» La respuesta de Jesús le deja, y nos deja, un poco desconcertados, pues si nos ponemos a hacer esta operación matemática tendremos como resultado una infinitud de números, pero Jesús nos quiere decir con esto que debemos perdonar siempre a ejemplo de su corazón. Eso sí, debemos tener presente que somos humanos, que podemos enojarnos muy fácilmente, que incluso nos pueden hacer enojar con justas razones, pero debemos estar siempre dispuestos a perdonar.
Es como aquel monje que su maestro le dio un canasto lleno de papas y un saco vacío, y le dijo que por cada persona que había estado enojado con él, escribiera el nombre en una papa y la metiera en el saco; en poco tiempo se llenó el saco. Luego le dijo que cargara con el saco todos los días; llegó un momento en que las papas empezaron a podrirse, a oler mal; era insoportable llevarlas. Entonces el monje decidió no cargarlas más y, cuando las dejó, sintió un gran alivio y descanso. Comprendió que solamente perdonando de corazón sería libre. Y esto es lo que debemos hacer, desechar las papas podridas que tenemos en el corazón, perdonar de verdad, perdonar con el corazón de Cristo y caminar libres, sin peso en nuestra conciencia y llenos del amor de Dios.
«Desde nuestro bautismo Dios nos ha perdonado, perdonándonos una deuda insoluta: el pecado original. Pero, aquella es la primera vez. Después, con una misericordia sin límites, Él nos perdona todos los pecados en cuanto mostramos incluso solo una pequeña señal de arrepentimiento. Dios es así: misericordioso. Cuando estamos tentados de cerrar nuestro corazón a quien nos ha ofendido y nos pide perdón, recordemos las palabras del Padre celestial al siervo despiadado: “siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No deberías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?”. Cualquiera que haya experimentado la alegría, la paz y la libertad interior que viene al ser perdonado puede abrirse a la posibilidad de perdonar a su vez. En la oración del Padre Nuestro Jesús ha querido alojar la misma enseñanza de esta parábola. Ha puesto en relación directa el perdón que pedimos a Dios con el perdón que debemos conceder a nuestros hermanos.»
(Ángelus de S.S. Francisco, 17 de septiembre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Que pueda arrojar hoy de mi corazón, aunque sea una sola papa llena de rencor.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.