H. Luis Alejandro Huesca Cantú, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 8, 14-21
En aquel tiempo, cuando los discípulos iban con Jesús en la barca, se dieron cuenta de que se les había olvidado llevar pan; sólo tenían uno. Jesús les hizo esta advertencia: “Fíjense bien y cuídense de la levadura de los fariseos y de la de Herodes”. Entonces ellos comentaban entre sí: “Es que no tenemos panes”.
Dándose cuenta de ello, Jesús les dijo: “qué están comentando que no trajeron panes? ¿Todavía no entienden ni acaban de comprender? ¿Tan embotada está su mente? ¿Para qué tienen ustedes ojos, si no ven, y oídos, si no oyen? ¿No recuerdan cuántos canastos de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil hombres?” Ellos le contestaron: “Doce”. Y añadió: “Y cuántos canastos de sobras recogieron cuando repartí siete panes entre cuatro mil?”. Le respondieron: “Siete”. Entonces él dijo: “¿Todavía no acaban de comprender?”
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Ahora estoy estudiando filosofía en Roma para prepararme para el sacerdocio, pero siempre que tengo la oportunidad de ir de visita a casa de mis papás en Monterrey, busco un momento para ver a mis amigos de la universidad. Siempre me resulta curioso ver cómo un tema de conversación que se repite son los recuerdos de los maestros y sus clases en la universidad. Creo que siempre los primeros maestros que recordamos son los más exigentes. Me parece que san Marcos está haciendo lo mismo que mis amigos y yo en este pasaje de su Evangelio: recordar a Cristo Maestro que enseña a sus discípulos.
Los discípulos están preocupados porque sólo tienen un pan en la barca, pero ¡Jesús acababa de multiplicar el pan para cuatro mil hombres! Creo que muchas veces nos podemos poner en el lugar de estos discípulos: ¿cuántas veces dejamos de confiar en el Señor y sólo confiamos en nosotros mismos?, ¿cuántas veces nos olvidamos de la Providencia Divina?
Mi papá es muy fervoroso de la Divina Providencia. Recuerdo un día que me llevaba a la escuela en su coche; él no tenía trabajo ni dinero en la cartera, y se le estaba acabando la gasolina al auto que ya tenía encendido un pequeño foco amarillo de advertencia en el tablero. En el camino rezamos a la Divina Providencia y recuerdo que justo antes de bajarme para entrar al colegio, la luz amarilla del tablero se apagó. ¡Qué grande es Dios! Muchas veces pensamos que es difícil encontrarnos con el Señor, pero es más sencillo de lo que parece, incluso en las pequeñas cosas de la vida el Señor se hace presente con su Providencia Divina.
«¿Y cuál es la actitud del cristiano? Es la actitud de esperanza en Dios, que nos permite no dejarnos abrumar por acontecimientos trágicos. En efecto, “esto os sucederá para que deis testimonio”. Los discípulos de Cristo no pueden permanecer esclavos de los temores y de las angustias, sino que están llamados a vivir la historia, a detener la fuerza destructiva del mal, con la certeza de que la ternura providencial y tranquilizadora del Señor acompaña siempre su acción de bien. Esta es la señal elocuente de que el Reino de Dios viene a nosotros, es decir, que la realización del mundo se acerca como Dios quiere. Es Él, el Señor, quien dirige nuestras vidas y conoce el propósito último de las cosas y los acontecimientos.»
(Homilía de S.S. Francisco, 17 de noviembre de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Preocuparme menos y confiar más en el Señor cuando no puedo controlar las cosas.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.