Javier Castellanos, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Alma mía, recobra tu calma
Que el Señor fue bueno contigo.
Pues libró mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.
¿Cómo pagaré al Señor
por todo el bien que me ha hecho?
¡Oh Señor! Yo soy tu siervo,
siervo tuyo e hijo de tu esclava.
Tú rompiste mis cadenas (Salmo 115).
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 11, 20-24
En aquel tiempo, Jesús se puso a reprender a las ciudades que habían visto sus numerosos milagros, por no haberse arrepentido. Les decía: “¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran realizado los milagros que se han hecho en ustedes, hace tiempo que hubieran hecho penitencia, cubiertas de sayal y de ceniza. Pero yo les aseguro que el día del juicio será menos riguroso para Tiro y Sidón, que para ustedes. Y tú, Cafarnaúm, ¿crees que serás encumbrada hasta el cielo? No. Serás precipitada en el abismo, porque si en Sodoma se hubieran realizado los milagros que en ti se han hecho, quizás estaría en pie hasta el día de hoy. Pero yo te digo que será menos riguroso el día del juicio para Sodoma que para ti”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Por qué me has dado tanto, Señor? Has realizado tantos milagros conmigo que no puedo quedarme de brazos cruzados. Tu exigencia y tus reprensiones tienen sentido, pues el mayor dolor para el que ama es que no reciba una respuesta de amor. La indiferencia de tus amigos es más trágica que las heridas producidas por tus enemigos. Por eso, Jesús, hoy quiero corresponder a tu amor con mi amor. Quiero cambiar de vida, arreglar el mal que he hecho, arrepentirme y caminar según tu voluntad.
Tú bien sabes, Señor, que te necesito. Sólo tu gracia me sostiene y me hace capaz de mejorar. Hasta ahora me lo has dado todo para mantenerme en pie. Confío en que tu amor nunca me fallará alimentando mi amor. Tu corazón traspasado es la prueba de tu fidelidad. No me dejes solo, Señor mío, no me abandone tu gracia para convertirme cada día más.
Una vez convertido, me pides que transmita tu nombre a los hombres y mujeres que encuentro en mi camino. Así eres Tú, Señor: escoges a unos para que te ayuden con el resto. Me has llamado para que sea instrumento de tu amor. Ayúdame, Señor Jesús, a ser hoy un vivo reflejo de tu rostro en el mundo.
«¡Ay de ti! para ese católico que piensa: Voy a misa, hago esto y luego nada más. En cambio, si tú dices que eres católico, que has recibido el bautismo, que estás confirmado o confirmada, debes ir más allá y llevar el nombre de Jesús: ¡es un deber! Las indicaciones concretas llevan a preguntarnos cuál debe ser nuestro estilo de evangelización. O sea, ¿cómo puedo estar seguro de que no doy sólo un paseo, que no hago proselitismo y no reduzco la evangelización a un funcionalismo? ¿Cómo puedo comprender cuál es el estilo justo? La respuesta la indica siempre Pablo: El estilo es hacerse todo a todos: “Me he hecho todo a todos”. Significa, en esencia, ir y compartir la vida de los demás, acompañar en el camino de la fe, ayudar a crecer en el camino de la fe».
(Homilía de S.S. Francisco, 9 de septiembre de 2016, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy mejoraré la manera en que trato a los demás, buscando modos concretos de ser más respetuoso, atento y abierto.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.