H. Francisco J. Posada, LC.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, te pido la gracia de ver qué significa tu pan eucarístico para mi vida. Sé que Tú eres una persona especial, aún más, un Padre que no nos deja sin comer porque somos sus hijos queridos. Dame la gracia de creer más en el grandísimo don que me das con la Eucaristía.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 6, 30-35
En aquel tiempo, la gente le preguntó a Jesús: “¿Qué signo vas a realizar tú, para que lo veamos y podamos creerte? ¿Cuáles son tus obras? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo“.
Jesús les respondió: “Yo les aseguro: No fue Moisés quien les dio pan del cielo; es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que baja del cielo y da la vida al mundo”.
Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”. Jesús les contestó: “Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Cuando vamos a la tienda y estamos buscando pan, nos ponemos a ver de qué tipo hay, qué ingredientes tiene, el precio, etc. Cada marca ofrece sus mejores recursos para que la gente lo compre y, además, hace anuncios para llamar la atención de la clientela y ser los más atractivos. Nadie ofrece algo que no tiene porque, si lo hiciera, quedarían mal en frente de la gente.
Jesús ofrece pan de vida, algo nunca antes visto; los judíos le comentan que solo conocen el pan que les dio Moisés en el desierto, el cual era especial porque venía directo de Dios y les fue dado cuando tenían gran necesidad. El pan de Jesús es pan eterno, que no solamente sacia el hambre corporal, sino que nutre el alma, pero ¿por qué necesitamos nutrir el alma? Esto es porque, como seres humanos, necesitamos cuidar de lo que tenemos, el cuerpo, la mente, el alma, y un modo con el que nutrimos el alma es el contacto con gente. Este medio nos ayuda mucho para enriquecer quiénes somos; estar en la presencia de alguien más y poder compartir un momento o compartir una comida nos llena. Esta relación debe ser buena porque así como no todos los panes nos ayudan, tampoco no todas las personas nos ayudan. Esto me hace recordar cómo todos hemos tenido la experiencia de buscar amigos, gente que esté con nosotros en las buenas y en las malas; esto es difícil y por eso la Escritura dice que quien encuentra un amigo encuentra un tesoro por lo que debe aferrarse a él. Cristo nos presenta un pan que sacia todos nuestros deseos, hasta los más profundos, y nos dice dónde podemos encontrarlo porque el pan es Él mismo. Está en ese lugar donde se presenta realmente con toda su presencia, la eucaristía.
En la basílica de San Pedro, aquí en Roma, hay muchos tesoros, de cultura, de arte sacro, pero hay uno que se resguarda todo el tiempo en un lugar donde no está permitido tomar fotos porque es para rezar. Este lugar es la capilla donde está la sagrada Eucaristía, donde está el mayor tesoro de la Iglesia y nuestro amigo fiel.
«Hambre de pan, hambre de fraternidad, hambre de Dios. Qué bien lo entendía esto Madre Teresa, que quiso fundamentar su vida sobre dos pilares: Jesús encarnado en la Eucaristía y Jesús encarnado en los pobres. Amor que recibimos, amor que damos. Dos pilares inseparables que marcaron su camino, la pusieron en movimiento buscando saciar su hambre y sed. Fue al Señor y en el mismo acto fue hacia su hermano despreciado, no amado, solo y olvidado, fue a su hermano y encontró el rostro del Señor… porque sabía que el “amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí: en el más humilde encontramos a Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios”, y ese amor fue el único capaz de saciar su hambre. Hermanos: Hoy el Señor Resucitado sigue caminando entre nosotros, allí donde acontece y se juega la vida cotidiana. Conoce nuestras hambres y nos vuelve a decir: “El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás”. Animémonos unos a otros a ponernos de pie y a experimentar la abundancia de su amor, dejemos que sacie nuestra hambre y sed en el sacramento del altar y en el sacramento del hermano.»
(Homilía de S.S. Francisco, 7 de mayo de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Rezar el rosario dándole gracias a Dios por el don de la Eucaristía.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.