H. Luis Alejandro Huesca Cantú, L.C.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Padre todo cariñoso, en este momento levanto mis ojos hacia Ti para contemplarte. Te pido humildemente una pequeña caricia de tu mano suave y amorosa. ¡Qué más me podría llenar el corazón en este momento que una dulce caricia tuya!
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 12, 35-38
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas. Sean semejantes a los criados que están esperando a que su señor regrese de la boda, para abrirle en cuanto llegue y toque. Dichosos aquellos a quienes su señor, al llegar, encuentre en vela. Yo les aseguro que se recogerá la túnica, los hará sentar a la mesa y él mismo les servirá. Y si llega a media noche o a la madrugada y los encuentra en vela, dichosos ellos”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Un día tenía clase en la universidad a las 7:00 am. Recuerdo que me levanté a las 5:45 am, me alisté, desayuné rápidamente y salí de casa. Era invierno y todavía estaba oscuro. Yo iba en mi carro muy cómodamente, pero me sorprendí que ya había gente esperando en la parada de autobús. Me preguntaba a qué hora se habrían levantado aquellas personas. Supongo que a las 4:30 am. ¡Y todavía no llegaban a su trabajo!
Leyendo este evangelio me acordé de aquellas personas. Todos los días esperan en la parada para tomar un autobús que los lleve a su trabajo. ¿Acaso no son esas personas de las que nos habla el Evangelio de hoy? Aquellos que con humildad, fidelidad y perseverancia hacen lo que tienen que hacer todos los días. Esos también son los santos de hoy, los santos de la puerta de al lado. Los que están preparados para cuando el Señor los llame a su presencia. Los que dan lo mejor de sí todos los días, los que pasan la vida perdonando y sirviendo con amor. Los que están luchando el combate espiritual contra las tentaciones. Los que reservan una hora de su día a Jesús en la misa diaria. Con esto te quiero decir que sí es posible vivir el Evangelio. Porque el Evangelio se hace vida también en nuestras vidas, sólo necesitamos un pequeño salto de fe, y junto con la gracia de Dios, eso nos basta.
Y ahora, en este momento de oración, yo te pregunto: ¿y a ti cómo te encontraría Jesús? ¿Estás preparado? Cuéntale tu respuesta a Él…
«El Evangelio recomienda ser como los siervos que no van nunca a dormir, hasta que su jefe no ha vuelto. Este mundo exige nuestra responsabilidad y nosotros la asumimos completa y con amor. Jesús quiere que nuestra existencia sea trabajosa, que nunca bajemos la guardia, para acoger con gratitud y estupor cada nuevo día que Dios nos regala. Cada mañana es una página en blanco que el cristiano comienza a escribir con obras de bien. Nosotros hemos sido ya salvados por la redención de Jesús, pero ahora esperamos la plena manifestación de su señoría: cuando finalmente Dios sea todo en todos. Nada es más cierto en la fe de los cristianos que esta «cita», esta cita con el Señor, cuando Él venga. Y cuando este día llegue, nosotros, los cristianos, queremos ser como aquellos siervos que pasaron la noche con los lomos ceñidos y las lámparas encendidas: es necesario estar listos para la salvación que llega, listos para el encuentro. ¿Habéis pensado, vosotros, cómo será el encuentro con Jesús, cuando Él venga? Pero, será un abrazo, una alegría enorme, ¡una gran alegría! ¡Debemos vivir a la espera de este encuentro!»
(Audiencia de S.S. Francisco, 11 de octubre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy haré lo que tenga que hacer con mucho amor, como preparándome para contemplar a Jesús cara a cara.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.