Alejandro Rondón, LC
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Gracias, Señor y Dios mío, por este nuevo día que me has dado. Me pongo en tus santísimas manos en este momento de oración para estar contigo, pues sé que necesito inmensamente de ti y de tu gracia porque soy débil, y a veces no sé a dónde ir, ni cómo actuar ante las dificultades que se me presentan en cada momento. Como un niño vengo a refugiarme en ti para que seas Tú, mi Dios, el único refugio seguro ante las dificultades y los peligros que asechan mi alma; esto es el pecado que me esclaviza al mal y me aleja de ti. Señor mío, aumenta en mí el don de la fe, de la esperanza y del amor para crecer en mi vida espiritual y en mi conocimiento de ti y de tu voluntad. Te alabo y te bendigo, Señor, por haberme creado y por estar tan cerca de mí hoy. Te pido por mi familia y las personas que están alrededor mío para que encuentren consuelo en ti.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 16, 13-19
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”. Ellos contestaron: “Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas”. Él les preguntó: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Simón Pedro tomó la palabra y dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Jesús le respondió: “¡Dichoso tú, Simón, ¡hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
«Sobre el Evangelio de hoy, Jesús llama bienaventurado a Simón por su fe, reconociendo en ella un don, un don especial del Padre, y le dice:
“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.
En la Biblia este nombre, “piedra”, está referido a Dios. Jesús lo atribuye a Simón, no por sus cualidades o sus méritos humanos, sino por su fe genuina y firme, que le viene de lo alto.
Jesús siente en su corazón una gran alegría, porque reconoce en Simón la mano del Padre, la acción del Espíritu Santo. Reconoce que Dios Padre ha dado a Simón una fe fiable, sobre la cual Él, Jesús, podrá edificar su Iglesia, es decir su comunidad. Es decir, todos nosotros. Todos nosotros.
Jesús tiene el propósito de dar vida a su Iglesia, un pueblo fundado ya no en su descendencia, sino en la fe, es decir, en la relación con Él mismo, una relación de amor y de confianza…
Hermanos y hermanas, lo que sucedió de modo único en San Pedro, sucede también en cada cristiano que madura una fe sincera en Jesús, el Cristo, el Hijo del Dios vivo. Esta Palabra de Dios interpela a cada uno de nosotros. ¿Cómo va tu fe?
Cada uno responda en su corazón, eh. ¿Cómo va tu fe? ¿Cómo es? ¿Qué encuentra el Señor en nuestros corazones? ¿Un corazón firme como la piedra o un corazón arenoso, es decir, dudoso, difidente, incrédulo?
Si el Señor encuentra en nuestro corazón, una fe, no digo perfecta, pero sincera, genuina, entonces Él ve también en nosotros piedras vivas con las cuales construir su comunidad.
Oremos a Dios Padre, para que nos dé la respuesta y por intercesión de la Virgen María; pidámosle que nos dé la gracia de responder, con corazón sincero:
“Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”.
Ésta es una confesión de fe. Éste es precisamente el Credo.
Pero podemos repetirlo tres veces todos juntos: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. Todos juntos: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”». (S.S. Francisco, Santa Marta, 24 de agosto de 2014).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Señor Jesús, concédeme una fe sincera como la de Pedro para poder proclamar en mi vida tus maravillas, para poder decir como María: ‘ha hecho grandes obras en mí el que todo lo puede, su nombre es santo’. Dios mío, mi vida no puede tener otro maestro y Señor fuera de ti, ayúdame para nunca desviar mi camino de ti, sino que seas Tú el más importante como lo fuiste para Pedro, hasta tal punto de dar la vida por ti. Dame por favor, esa fuerza de la fe para no tener miedo de mostrarte al mundo y dar testimonio de ti, de un Dios amoroso, a los hombres y mujeres que no creen.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
No permitas que el miedo te haga ver tus problemas más grandes de lo que en realidad parecen. Te invito a rezar tres Avemarías tanto al inicio como al final del día.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.